—¿Hola?, Buenos
días, ¿Ud es la Señora de Pascual?
—Qué suerte que
la encuentro, necesito hablar con su marido urgente. Se me rompió la canilla de
la batea y quiero que la arregle cuanto antes.
—¿Cómo quién
soy? Ah, él no le ha dicho, yo soy Camila, la amante, pero no entiendo, Pascual
me aseguró que entre Uds no había secretos y que estaba contenta conmigo,
porque le permitía levantarse a desayunar, sin hacer el amor antes. Si Ud
presentaba jaquecas, ante sus pedidos maritales, él le preparaba un tecito con
aspirina…¿cómo que no es cierto? Duda de Pascual, que nunca miente, incluso me
trajo un conjunto de ropa interior, con corpiño con puntillas rojas y push up,
aunque yo no necesito. Y un calzón etéreo, al tono, con hilo atrás, de strass.
Dijo que fue de parte suya el regalo, por mi cumpleaños. Yo le quise hablar
para agradecerle, dijo que no porque Ud no tenía tiempo para recibir ningún
llamado. Incluso me contó de su sordera…
—¿Por qué se va
a desmayar?...ya sé, de alegría, está emocionada porque se lo atiendo de diez.
Él viene todos los días y me agarra una vez y otra vez y otra vez, a veces me
asusta y entonces me pega.
—¿Cómo, qué le
digo? Que me encanta! Le pido más porque me recuerda la infancia. Y él se pone
al rojo vivo y me exige el de la despedida completo. Cansa un poco, no se lo
voy a negar, pero frente a semejante dotación, soy re-feliz.
—Hola, hola, ¿qué
me dice? Ay, qué vocabulario, Sra. ¿Cómo me va a decir hija de puta!?, Bueno,
si le gusta insultar, a mí Pascual también me parece degenerado, pero los
degenerados me encantan. Además los masajes, me roba las manos el pillo, no me
diga que no le hago un fav…¿holá?, ¡holá!
Me cortó, pobre
Pascual, con esa mujer que encima se hace la estrecha.

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