—Hoy no tengo
ganas de ir, Raquel, me quiero quedar aquí en tierra. Siempre en ese barco,
para diez turistas, ahora quedan vos y Antonio. No entiendo cómo a los turistas
los dejaron bajar y a ustedes no. A mí no me dejan llegar al barco, que está anclado
ahí nomás. Son una punta de días, aunque sea verte de lejos. Bueno, tenemos
internet, casi nunca tiene señal. Sí, sí, sí, fui a pedir el protocolo para que
vos vengas a tierra y yo te espero, o al revés, me voy al barco. ¿Podés creer
que estos gallegos de mierda, negaron la posibilidad?, mi querida Raquel, no
sabés cómo te quiero, te amo, te admiro, te necesito, te extraño y todos los “te”
que se te ocurran.
—Hace 40 minutos
que estás hablando vos, dejá que te cuente, Antonio tiene claustrofobia, se
tomó todo el alcohol que encontró. Lo tuve que arrastrar a mi litera, no logré
subirlo a la suya.
—Raquel, se
cortó la imagen, pero no el sonido.
—¿Sabés lo que
pasa, amor?, el barquito se mueve mucho, hay un oleaje importante que nos rodea…
—Decile a ese
Antonio, bueno para nada, que haga lo que sea para solucionar este inconveniente.
Ahora escucho tu voz agitada.
—El barco se mueve,
me puse en la misma litera donde está Antonio y también se mueve, se recuperó
del pedo que tenía y ahora está encima de mí y no deja de moverse, yo también
me muevo, lo acompaño. Antonio es un vivillo, aprovechó para besarme las tetas
y ahora se le ha dado por atarme las piernas separadas. Nos movemos al mismo
tiempo. Perdoname, amor, pero siempre hay un momento en la vida, que hay que
saber perdonar. Per do ná. ¡Ay!, me, pero Antonio folla de putas, yo hago de cuenta
que él, él esh, guau! Tiene tu cara, no es él, sos vos. No te preocupes, se
comporta igualito que vos en estas circunstancias tan, aah, ay, sí, sí. Hay
diferencias de tamaño, pero no te pongas mal, es más grande que el tuyo, seis o
siete centímetros más, le calculo.

No hay comentarios:
Publicar un comentario