sábado, 2 de mayo de 2020

VISIÓN


   Mi Viejo decía que cuando uno estaba mal, no tenía que mirar para abajo, había que mirar para arriba, al techo, a la ventana, al cielo, a la luna de día, un fantasma de la noche.
   —La chica que estudia con vos, fue bendita por gestos decididos, ojos que miran a los ojos, el formato o el color no interesa, pero sí la mirada. Ese cuello perpendicular a la tierra, esas manos que bailan cuando habla, dedos mansos uñas cortas. La luz que emana de su cabeza, no de su pelo. La boca concentrada que se estira hacia el mentón, de la duda sostenida. Cuando se ríe y los labios le trepan a los dientes torcidos, lo más importante es su risa acampanada y salvaje como los animales. Se orienta por su olfato, proviene de una nariz montañosa y orificios desfasados, pero lo que tiene grandeza son sus suspiros inefables y hay más, seguro. Tenés que buscar.
    —Decime, Viejo, ¿vos te enamoraste del bagallo que estudia conmigo?

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