viernes, 1 de mayo de 2020

EL NIÑO ESPECIAL


   Cuando volví de la Escuela, me lo explicó mi Mamá.
   —Agustín, la situación con tu Padre se ha vuelto un infierno, decidimos separarnos.
   Me encerré en mi dormitorio, en un lugar secreto del placard y allí lloré. Mi Pá me trataba como a un niño especial. Ya sé que soy especial, porque lo dice la gente conocida. Hacía regalos mágicos cuando volvía del trabajo, piedras de colores, que puestas a la luz, parecían un atardecer rojizo. Otras con pedazos de espejitos incrustados, hacía origamis de su invención, todos pendían del techo, estrellas con volumen que se movían de noche, lunas con picos, nubes alegres, pájaros.
   Nos sentábamos a comer y Papá decía: —¡Qué rico!
   Yo me sabía perfecto que le parecía una inmundicia, no quería ofender a Mamá. Se recibían con piquitos infinitos, mientras yo los rodeaba a los dos, con un abrazo en las rodillas. Ella lo quería tanto, que madrugaba para plancharle las camisas y preparar un desayuno internacional. A mí los dos me resultaban un lugar mullido y calentito. Una noche me despertó una discusión entre ellos. No alcancé a entender qué se decían.
   Má, dejo de planchar y de prepararle desayunos. Quise ayudar, pero soy un niño torpe. Le quemé dos camisas y las tostadas salían carbonizadas. No solucioné nada.
   —Que se arreglen entre ellos, Agustín.-Decía mi Abuela-.
   En la escuela se enteraron y los otros niños preguntaban si ahora era hijo de divorciados y querían saber por qué. No contestaba porque no sabía, si no, tenía que mentir, no me gustan las mentiras. Un día mi Má, que parecía un estropajo, comenzó a vestirse con ropa nueva, usaba perfumes importados y tacos altos. Sentí que algo raro le pasaba. Otro día me llevó a la Oficina y vi cómo se reía con su Jefe, que hablaba pavadas y me pellizcaba los cachetes, finito.
   —Tengo que hablar con vos, Agustín, me conseguí un novio, vos lo conocés, es mi Jefe, quiere venir a vivir con nosotros.
   A Pá lo veía los fines de semana. Tenía ojeras y la mirada empañada, conmigo disimulada. Me llevaba al Cine, al Circo y al Parque de Diversiones. Me devolvía los domingos por la noche. Tocaba el timbre y esperaba que Má bajara. Volvía a su auto y no la saludaba.
   El Jefe Bergalarga, ¡qué significado su apellido!, yo me lo conocía y cuando Má lo llamaba Ber, me aliviaba. Luego comenzaron las tormentas. Má aparecía con moretones en la cara, en los brazos, hasta le partió una ceja. Le tuvieron que dar doce puntadas. No contento con eso, me daba bofetadas y puntapiés en el trasero, a mí, que soy un niño especial. Má lo echó de casa, con un atizador de hierro, rodó varios escalones y parecía muerto. Llamé a Pá, por el celu, y le dije que el Novio de Má era un tipo golpeador y llamara una ambulancia.
   Soy un niño muy considerado, incapaz de llamar a la Poli, por todas las putadas que nos hizo Bergalarga. Pá llegó más rápido que la ambulancia y lo pisoteó hasta dejarlo fuera del edificio. Se encerró con Má en el dormitorio y no podía creer, que ella hubiera permitido los daños de su cuerpo y en el mío, más benignos. Pá pidió licencia y nos cuidó a los dos. Vivía poniéndonos bolsas de hielo y cocinando sanito. A los tres meses, Pá volvió a casa. No se hablaban y dormían en cuartos separados. Mientras lloraba en la falda de mi Abuela:
—Agustín, se van a ir acercando, tiempo al tiempo.
  
¿Qué quiso decir? ¿Faltaba más tiempo, para que ellos durmieran juntos y se dieran piquitos?

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