—Pero mirá cómo
se mueve pasando el mismo estropajo, para la vajilla y luego por el piso. Deja
la cocina pringosa y como es una cholita, hace pis en la rejilla. O si le sale
la tripa, va a cagar al lado del árbol. Cuando llega mi Marido, limpia moviendo
el culo, en cuanto lo ve se pone cachonda y lo abraza. ¿Sabés lo que hace él?
Ni idea tengo yo, pero sale de allí y es otra persona, corre a comprarme flores
y una caja de bombones. Es la culpa, se pone a bailar el mambo y me obliga a
bailar con él, clásico y moderno, las dos cosas juntas. Lo meto bajo la ducha
fría, a ver si le pasa la calentura. Ni bien lo saco, él sale bailando y me
pide que lo atienda en la puerta del dormitorio. Yo le digo que se detenga.
Hace tanto que estoy con él, que lo siento como un hermano. La cholita dice que
tengo mucha suerte de tener un Marido así. Claro, ella lo conoce cuando
procede. Yo ni me acuerdo, ya me olvidé. ¿Sabés lo que hace él? Ni idea tengo,
pero cuando se encuentra con la cholita, me señala con el dedo y le dice a la
chola, quédate aquí y verás cómo la desvirgo. Yo no soy de virgo, soy de
géminis. Hago un ocho con las piernas y me dice “desgraciada”, porque tiene
razón, yo no tengo ninguna gracia. Pone ojos de loco y exige que me comporte
como cualquier otra mina. Termina diciendo que me parezco a un chabón. Está
lleno de problemas, por eso todavía me quedo aquí. Le encantan los fines de
semana, se aparece con tres pendejas y asegura que las tres son hijas
biológicas, recién las conoce. Cierra con llave su escritorio, para terminar de
conocer a las niñas. Si me alejo sería lo mejor, así las chicas pierden la vergüenza
y también la virginidad. Él sí que es un desgraciado.
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