jueves, 21 de mayo de 2020

PALO DE ROSA


   Estaba en un rincón del alféizar. Fue caja de cubiertos, para guardar, cerrada con una llavecita, que se perdió. Resultó tan pesada para limpiar, que la abrieron por la fuerza con un destornillador. Llevaron los cubiertos a la cocina y fue transformada en depósito de cartas que nunca se enviaron. Los niños la cambiaron cuando le agregaron rueditas y fue un carrito de palo de rosa, que trasladaba de a un niño por vez.
   Volvió al rincón del alféizar. Su inmovilidad daba escalofríos. Durante la mudanza, sus dueños la olvidaron y a nadie le importó su ausencia.  Dieron de baja el matrimonio. Llegaron los nuevos, pusieron una carpeta bordada sobre su superficie, parecía la antelación de su sepelio.
   Ella sigue en el mismo rincón, nadie la mira ni la toca, ni la mueve. Abrieron una ventana que siempre estuvo cerrada. Ahora le da el sol, se resquebraja, perdió su brillo. Envejeció la madera.
   La caja transcurre su vejez, en un rincón del alféizar y finalizó su vida como leña de una salamandra.

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