Estaba en un
patio grande, había otras personas en habitaciones oscuras, con mujeres
separadas en grupos. Entraban hombres que recorrían —Hay que esperar.
Me señalaron —Es
nueva, la dejamos de repuesto.
Yo pasaba
buscando la salida, afuera era igual, me sobresaltó un gato blanco, que todos
ignoraban, con puntapiés o lo aplastaban en las baldosas. Lo puse entre mis
brazos, le hice mimos, pero estaba exhausto de maltrato.
Alguien me
empujó a una pieza sin ventanas. Un chico de unos cinco años, me agarró de la
mano. Dijo no recordar cuánto hacía que no comía. Tenía la piel seca, el pelo
opaco y ocho años —Dijo un tipo que soy enano porque no como, algún día, a lo
mejor, eso dijo, nada más. ¡Ah sí! Ahora me acuerdo, dijo que me llamo nadie,
no tengo nombre.
Pasaron dos
grandotes en musculosas transpiradas, miraban.
—Ésta la dejamos para cuando esté sequita, sino, me da
asco.
El chico me
tenía la mano fuerte y el gato por fin ronroneaba. Escuchamos gritos de dolor y
sonidos de máquina de coser. Una mujer lloraba, o varias.
Hice de cuenta
que era una transeúnte con mi hijo y su mascota, salimos de la pieza y cruzamos
el patio, que daba a un zaguán, igual al de mi abuela.
Las puertas
estaban cerradas. Sentí un miedo terminal. Tres mujeres gordas, iguales a los
hombres, dijeron —Está indispuesta, ojalá le dure mucho, viste cómo es él.
Un flaco de ojos
perversos, juntaba mujeres negras como si fueran vacas, meta fusta y salivazos —Odio
las mujeres negras.
Decía el flaco. —Tienen
un olor inmundo, me gustan las blancas, de ojos celestes, pero ésas se las
agarran los más capos.
No podíamos
dormir, los gritos de la noche asustaban hasta el gato.
Le pregunté a
una de las gordas si podía ir a mi casa y llevar mi hijo.
—Tilinga
mentirosa, el pendejo es hijo de la Rosa. Ésta es tu casa, se van a dormir
tarde, se levantan en pedo. Sos la única que no pudieron repartir. Preparáte,
Rudenko se encarga y los demás aplauden.
La gorda se me
vino encima, me golpeó tres veces la cabeza contra la pared, la sangre no me
dejaba mirar.
Habló la gorda —Sangre
de arriba abajo, al Ruso le vas a gustar mucho, ahora descansá, putita, mirá
cómo te cagaste, sucia… 
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