jueves, 13 de octubre de 2016

NIEVAN PLUMAS


   —Papá, mataron cinco personas durante el Yom Kippur.
   —¿Y cuántas personas nos matan todo el tiempo?¿Por eso no vamos a festejar el año nuevo?
   —Si te parece poco, yo me voy. –Dijo Raquel-.
   Los hermanitos lloraban, porque ella dio un portazo, caminó y luego corrió. Un auto la seguía, pensó que era su padre. El auto abrió la puerta y detuvo su marcha, bajó un tipo y preguntó, Raquel dijo
—Necesito un trabajo, no tengo hogar ni familia ¿Me puede ayudar?
   —Mi nombre es Trifón, vivo en una casa grande, donde podrás dormir y tu tarea sería ordenar mis libros y preparar café.
   Raquel subió sin hablar,  llegaron a la casa grande. Sintió frío, todo era el puro cemento y vidrio, podría haber sido de cualquiera.
   Paredes desnudas y todo comunicaba con todo, sin puertas, el baño expuesto. Él le trajo una manta y café caliente. Se sentaron en el piso. Había libros, cientos.
   Raquel preguntó por una cama. Él la llevó en andas hasta un colchón tibio y un edredón de dos plazas. Se acostó a su lado, ella tembló —No tengas miedo, cuando hace frío hay que borrar los prejuicios.
   Trifón se durmió, ella aprovechó el baño, apretó un botón y un cilindro polarizado cubrió todo “algo de pudor arquitectónico”, pensó Raquel. Por la mañana temprano empezó su tarea, logró cubrir cinco estantes, por autor. Escuchó la voz de él 
—¡Quiero café!
   Se lo sirvió con bronca, el tono le recordó a su padre. Llegaron tres cajas por encomienda, otros cientos de libros. Siguió con su tarea, sin dormir por tres días, cayó exhausta sobre libros. Trifón aprovechó para mirar sus pestañas y demás accesorios del cuerpo de Raquel, que apolilló cuatro días consecutivos.
   Cuando despertó estaba en la cama, él la miraba sin descaro, con ternura —Gracias por tu trabajo, en cuanto a las otras cajas, no te apresures. Me gusta tu silencio, detesto que me hablen, sobre todo las mujeres. Raquel pensaba igual. Él era palestino. A ella se le soltó la lengua como una serpentina —¿A vos te parece que haya tantos muertos por un pedazo de tierra?
   Trifón pensó que de su tierra no quedaba casi nada, ni su familia, ni sus hijos. Recordó que no sólo ellos, la humanidad estaba matando a la humanidad. Consideró oportuno que Raquel leyera, él seguiría ordenando, lo que nunca imaginó es que ella leía en voz alta, no le molestó, los sonidos eran tranquilos y suaves. Resultaron dos lobos esteparios, donde los unía el respeto y la admiración mutuos. De tanto tironear del edredón cuando dormían, se soltaron las plumas de ganso y nevó adentro. Se refugiaron en el baño, apretaron el botón del cilindro e hicieron el amor en el bidet. 
                                                      

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