jueves, 6 de octubre de 2016

HISTORIA SOBRE TODO

                                                                
   Su primera compra se hizo en Londres, hace un largo tiempo. Tenía un corte que no parecía ni cortado. Pelo de camello, un sobretón, no un sobretodito. El Dr Olmos Pajo fue su comprador, cuidadoso, no conoció la tintorería, la limpieza profunda la realizaba el Doc Olmos, decidió anular su segundo apellido. Le gustaba más la naturaleza. Lo de Pajo, hacía que recibiera bromas de mal gusto. Cuando el Doc murió, quedó para su hijo, el sobretodo, algo más triste, pero seguía imponiendo respeto.
   Siguieron tres generaciones de uso continuo del sobretodo que resistía hasta los tratamientos feroces, como caer en el barro o el boludo de mi primo Ramón, que lo  estiró en una cuneta para darle paso a una tilinga, le pareció un gesto distinguido.
   Su último dueño lo obtuvo, como obsequio, de un gestor que le realizó una jubilación con cientos de complicaciones.
   Cuando recibió el obsequio hizo tantas reverencias que se incrustó en un espejo —No pasa nada, vaya tranquilo hombre.
   El último dueño no había salido del edificio, al sobretodo le faltaban dos botones y estaba sucio, tocó el timbre del gestor —Disculpe, gestor Don Pajo, me manda a la tintorería este sobretodo, tiene olor a humedad.
   —Bueno, no lo molesto más. Le dejo el sobretodo y lo paso a buscar el jueves.
   Era buenazo, Don Pajo y fue a buscar el armatoste. El tipo, puntual, jueves por la mañana, miraba los resultados.
   Don Pajo le extendió el costo, él miró la boleta y dijo —Lo qué cobran! Dios mío! Bueno amigo, ahora sí, no lo molesto más. Lamento que la tintorería le haya costado lo mismo que el sobretodo. Nos vemos.
                                                            

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