sábado, 22 de octubre de 2016

HAY CON QUÉ, FALTAN VOLUNTARIOS


   El bípedo humano, a lo largo de su historia e histeria, tuvo y tiene la manía del muro. La muralla china, el muro de los lamentos, el muro de Berlín, el muro de Guantánamo, el muro que separa México de Estadosunidos, el muro que rodea algunas casas, cantris, organimos gornamentales, mitilares, los muros para tapar la pobreza amontonada del cartón, la chapa y los indigentes; los muros de Haití o República Domingada para que los turistas no sean deglutidos por las personas hambrientas de afuera de los joteles.
   Hay variedades de muros, los hay de alambres de gallinero para los poyos, de púas para los campos de concentración improvisados o definitivos, de ladrillos o piedras serranas para circundar las viviendas hechas sin honra. Los muros de algunas conchas privadas que tapan el sol de nosotros, los desamurados.
   Muros tácitos, el de mi primo y mi hermano conmigo (yo no participé en su construcción), el muro de mi madre, hasta que se fue. Los muros de otras familias, las más hipócritas. Los tienen y formulan, mendaces, que no hay nada que los separe. Si nunca estuvieron unidos. Muros gentétricos.
  Al bípedo humano siempre le gustó ocultar y acumular riquezas y perversiones, el muro le vino fenómeno.
   El bípedo ama separar lo que sea, para eso están los muros.
   Me compré la bipolaridad, no me costó nada, la dan gratis y viene con el nombre inventado. Tengo un polo que me tienta a darme la cabeza contra el muro. Está mi otro polo, que propone hacer mierda todos los muros del mundo y andar por cualquier lado, pastando y mirando la luna.
                                                                     

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