Los resultados
de los análisis de Humberto fueron perfectos.
Su médico, de
enorme prestigio, Dr. Vaporano, al contemplar con asombro la transparencia de
su orina, la bebió de un solo trago.
—Mi querido
Humber, esta bebida es superior a un whisky añejo, es ud. el hombre más sano
que he conocido.
Salió del
consultorio tan feliz con sus estudios en la mano, que bajó las escaleras de
dos en dos. En la mitad de un escalón realizó un “pas de deux”, que lo hizo
rodar hasta la calle. Se partió las costillas flotantes, quebró la pierna
izquierda, el hombro derecho contó con tres fracturas. Lo atendieron en el
Hospital. Quedó un Humberto puro yeso, no necesitó vestirse, le vendaron hasta
los testículos, una de la zonas más afectadas. Podía caminar con muletas. Nunca
se separó de sus estudios impecables. Fue al bar de inmediato, sus amigos lo
esperaban ansiosos e interesados por los resultados de sus análisis. Cuatro
mozos lograron sentarlo, en tres sillas y una banqueta.
—Muchachos, me
encuentro sano, en absoluto, lamento no poder mostrarles mis estudios impecables,
se me pegaron al yeso. Los amigos quedaron sin habla, el más audaz preguntó
—Humberto,
¿estás delirando? ¡Mirá cómo estás!
—No te preocupes
hermano, sólo hay que esperar que todo suelde, no tengo dolor alguno, salvo en
los huevos cuando me siento, eso sí que es ver las estrellas. En cuanto al Dr.
Vaporano y sus putas escaleras, le deseo que ruede hasta el medio de la calle,
le pase un camión Prosegur por encima y lo deje como una estampilla.
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