domingo, 21 de junio de 2020

ESTABAN TODOS


   A pesar de estar en cama, mi hijo Prudencio, me visita todos los días. Su hermana casi nunca, o si le queda de paso. Cuando descubrieron el Covid 19, me practicaron un hisopado y un análisis de sangre. El Médico fue el encargado de decirme que tenía Corona virus.
   El protocolo indicaba los cuidados necesarios. Estaban prohibidas las visitas. Rodearon mi cama con un plástico transparente. Me visitaban los más allegados, a través de un vidrio me podían saludar. Cuando fue imposible verme, como esfumado, igual me iban a llevar un abrazo, de esos que uno se abraza a sí mismo, yo les contestaba. Algunos dejaron de venir por temor al contagio. Mi Madre quedó pelada por el stress, de verme enfermo. Aparecía con barbijo y anteojos de buceo. Me dio impresión verle detrás de los anteojos, con los ojos hinchados de tanto llorar.
   Le pedí al Médico que la dejara pasar, contestó: —Lo dice el protocolo, ninguna visita, por el contagio dentro del Hospital.
   Inventaron hacerle dos agujeros al nylon con mangas para abrazar a la familia. Hace tanto bien el afecto en estas circunstancias. Hoy me dijeron que despedida es cuando la muerte, es inminente. Quise desafiarme y sobreviví. Hicieron algunas pruebas y después de una semana me dieron el alta.
   Daba risa mirar por la calle, cómo toda la gente andaba, con esa parafernalia en las caras. Me sentí raro caminado con lo mismo, forrado en papel film. Daba la sensación de estar en la carpa de plástico. Me dio bronca andar a dos metros de los otros. Crucé a la plaza y me arranqué todo el enmascarado, revolví la tierra como hacen los perros y le tomé el olor a la tierra, cómo me gusta ver las lombrices, contar las hormigas, encontrar un trébol de cuatro hojas, hacer la medialuna, saltearme las baldosas. Volver a jugar.

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