lunes, 22 de junio de 2020

EXTRAÑABA EL OLOR


   Dio mal el Ingreso, Inesita. Había dado más tiempo para hablar por celular, que para estudiar.
   La mandaron al campo como castigo, un año sabático o un año campático. Tenía trabajos asignados: —Esto me lo encargó su Padre y yo como Capataz, le tengo que cumplir. Inesita, si usted quiere levantarse a las doce, en vez de a las cinco, sabré guardar el secreto y desde ya mi Mujer. La conocemos de chiquita y esperábamos el verano, para verla aparecer. Fue y sigue siendo como la hija que no pudimos tener. Una Mujer que aceptó ordeñar y hacía entrar al corral las vacas al atardecer. Un buen día se fue y dejó a Nico, nosotros lo criamos. Ahora tiene tu edad, tendrás alguien para jugar.
   Nico le preguntó a Inesita, si le podía hacer el favor de enseñarle a leer y escribir, nunca había ido a la Escuela.
   —Sí pero no estoy segura si dará resultados.
   Nico le dijo que sabía todas las tablas, sumar, restar, dividir y también multiplicar. —Son números y yo quiero saber leer y escribir. Tengo una Novia, allá en Tilcara, me escribe, yo no entiendo lo que me dice, ¿vos me podrás enseñar y leerme esas cartas para devolver lo que me quiere?
   Inesita leyó en voz alta lo que su Novia le comunicaba, que lo quería, que lo amaba y cómo quisiera darle un beso, igual que cuando fue de visita con su Padre y él le mordió la boca. Nico se ruborizó y le pidió que contestara la carta que recibió.
   —Yo te dicto la respuesta.
   A Inesita la puso en un brete, porque ella nunca había tenido un novio, para ver qué se siente.
   —Bueno, pero dictame despacio.
   “Querida mía, yo también te quiero mucho, hasta Tilcara ida y vuelta.”
   Ella escondió la respuesta.
   —Inesita, ¿viste que no me contestó?
   Puso cara de aflicción. —¿Y ahora dónde consigo otra Novia? Y es lindo tener una que viva cerca, para amarnos como se debe, acariciar su pelo, darle un beso en la oreja y luego hasta dónde ella quiera.
   —La tenés enfrente y no te diste cuenta. Yo seré tu Novia para amarnos como se debe, me gusta cómo sos. ¿Podemos hacer de cuenta que nos casamos para siempre? Será un secreto entre nosotros, que no se enteren los grandes.
A los pocos días: —Nico, tengo que decirte algo, me mandaron un pasaje, antes de lo esperado, quieren que vaya para dar el Ingreso, ellos suponen que en Buenos aires voy a llegar a las finales. No quiero que me despidas, porque después vuelvo al campo y me quedo, te lo juro.
   Pasaron cinco años, Nico se casó y tuvo dos hijos.
   Inesita lo que más recuerda de cuando estuvieron juntos, fueron las siestas a la orilla de la laguna.
   Un día Nico le trajo mandarinas.
   Un chico pasó con olor mandarinas, ella le pidió un gajito y él le regló una entera, el chico tenía la misma cara de Nico, la forma de caminar y ese modo de pelar una mandarina. Sintió celos, porque se había casado, guardó dentro de su relicario un pedazo de cascarita.
   Inesita lo que más recuerda de cuando estuvieron juntos, es el regalo que le hizo Nico. Apareció en Buenos Aires y le contó que su Mujer, siguió el ejemplo de su Madre y se mandó a mudar. La fue a buscar con el pretexto que les enseñara a leer y escribir, ella aceptó. Le asombró el campo lleno de mandarinos en flor.
   Inesita lo sintió, como el mejor regalo del mundo.

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