Hoy cumplí un
año más y uno menos para que la vida me lleve. Estoy triste, esta pandemia me
deja sola. No puedo ver a mi hijo, vive en otra ciudad. Hace tres meses que lo
extraño. Habló Rita, que es fanática del corona, a juzgar por su charla, todo
lo relaciona con esta peste.
—Rita, hoy es mi
cumpleaños.
—Por eso mismo,
tenés que cuidarte, cumplir con los protocolos. Salieron unos cubrecara, son
divinos, si querés compramos.
Me cuenta esto
como si se tratara de sombreros. Se presentó a casa y no la reconocí, no le
abro a nadie, pero entre sus golpes y que me rompa la puerta, prefiero la
puerta.
—¡Añares, pichona!
Qué gusto es verte el día que cumplís años y estás sola. Te traje un regalo
moderno y acorde con este tiempo.
Era un traje de
astronauta, blanco, con capucha, escarpines de tela blanca y una visera
esmerilada que llegaba hasta el pecho. Ella vestía igual.
—Ponételo ya y
salimos a mover el esqueleto. Conseguimos dos giles que nos sigan, con tanta
parafernalia, no verán nuestras caras y tal vez la liguemos. Ya has visto la
información, la gente ha dejado de hacer el amor, porque tienen más miedo que
ganas. Para nosotros será distinto. Qué tenemos que perder. Mirá si no te
miento, ya tenemos dos candidatos, que vienen directo hacia nosotros.
Esta Rita me
cansa, igual me sirve como telón, para tapar mi auoestima inexistente. Hay un
dicho que podemos tomar: “¡A cojer, que se acaba el mundo!” Me dio un forro
antivirus y un corset con muchas cruces, para ajustar mi cintura y resultar más
atractiva. El más estilizado no dio ninguna vuelta, además las calles están
vacías, no hay nadie dando vueltas. El tipo procedió con inmediatez, fue un
regalo del Señor, lo bien que me, que me, bueno, que me. Terminada la función
me palmeó la espalda.
—No tengo que
decirte: nos vemos. Quedate tranquila, que no me volverás a ver nunca.
—¡Rita, ayudame!
Limpiame por favor, tengo el traje de astronauta cubierto de vaselina.
—Lo pasaste re
bien. ¿Sabés para qué es la vaselina?, justo para esto, pudo penetrarte con
protección, ningún esfuerzo le diste, mirá cómo tenés agujeros en todas tus
zonas pudendas.
—¿Y a vos cómo
te fue?
—Como vos decís,
no me fue nada, el tipo resultó como mi Marido, un dos tres y me dejó pagando.
¿Y vos decís que no tenés suerte? ¿Sabés lo que me dijo después del hecho?: “Hubiera
preferido comer milanesa con papafritas”.
—Tengo
atragantados los años de nuestra vieja amistad, no te aguanto más, charlatana,
chusma, persistente, tus relatos están llenos de detalles barrocos sexuales.
Más de una vez me hicieron vomitar. No fuiste capaz de asistir al funeral de tu
Marido. Me harté de tus pensamientos mal armados, casi degenerados. Y te dabas
el gusto de obligarme a elegir la misma Escuela que vos, la misma Facultad, la
misma carrera y hasta me elegiste ese Marido mister aburrimiento. Yo no soy un
ejemplo, con un malvón rojo a la derecha de mi escritorio y el gato a la
izquierda ronroneando. Un cuaderno, una birome y mis inventos. No quiero verte
más y la ridiculez que me regalaste, te advierto que es el invernadero
perfecto, para agarrarte corola al virus. ¿Entendiste, Rita?
—Bueno, como quieras,
pero me hubieras avisado antes.

No hay comentarios:
Publicar un comentario