jueves, 4 de junio de 2020

NO QUIERO MORIR ANTES DE MORIRME


   Hoy cumplí un año más y uno menos para que la vida me lleve. Estoy triste, esta pandemia me deja sola. No puedo ver a mi hijo, vive en otra ciudad. Hace tres meses que lo extraño. Habló Rita, que es fanática del corona, a juzgar por su charla, todo lo relaciona con esta peste.
   —Rita, hoy es mi cumpleaños.
   —Por eso mismo, tenés que cuidarte, cumplir con los protocolos. Salieron unos cubrecara, son divinos, si querés compramos.
   Me cuenta esto como si se tratara de sombreros. Se presentó a casa y no la reconocí, no le abro a nadie, pero entre sus golpes y que me rompa la puerta, prefiero la puerta.
   —¡Añares, pichona! Qué gusto es verte el día que cumplís años y estás sola. Te traje un regalo moderno y acorde con este tiempo.
   Era un traje de astronauta, blanco, con capucha, escarpines de tela blanca y una visera esmerilada que llegaba hasta el pecho. Ella vestía igual.
   —Ponételo ya y salimos a mover el esqueleto. Conseguimos dos giles que nos sigan, con tanta parafernalia, no verán nuestras caras y tal vez la liguemos. Ya has visto la información, la gente ha dejado de hacer el amor, porque tienen más miedo que ganas. Para nosotros será distinto. Qué tenemos que perder. Mirá si no te miento, ya tenemos dos candidatos, que vienen directo hacia nosotros.
   Esta Rita me cansa, igual me sirve como telón, para tapar mi auoestima inexistente. Hay un dicho que podemos tomar: “¡A cojer, que se acaba el mundo!” Me dio un forro antivirus y un corset con muchas cruces, para ajustar mi cintura y resultar más atractiva. El más estilizado no dio ninguna vuelta, además las calles están vacías, no hay nadie dando vueltas. El tipo procedió con inmediatez, fue un regalo del Señor, lo bien que me, que me, bueno, que me. Terminada la función me palmeó la espalda.
   —No tengo que decirte: nos vemos. Quedate tranquila, que no me volverás a ver nunca.
   —¡Rita, ayudame! Limpiame por favor, tengo el traje de astronauta cubierto de vaselina.
   —Lo pasaste re bien. ¿Sabés para qué es la vaselina?, justo para esto, pudo penetrarte con protección, ningún esfuerzo le diste, mirá cómo tenés agujeros en todas tus zonas pudendas.
   —¿Y a vos cómo te fue?
   —Como vos decís, no me fue nada, el tipo resultó como mi Marido, un dos tres y me dejó pagando. ¿Y vos decís que no tenés suerte? ¿Sabés lo que me dijo después del hecho?: “Hubiera preferido comer milanesa con papafritas”.
   —Tengo atragantados los años de nuestra vieja amistad, no te aguanto más, charlatana, chusma, persistente, tus relatos están llenos de detalles barrocos sexuales. Más de una vez me hicieron vomitar. No fuiste capaz de asistir al funeral de tu Marido. Me harté de tus pensamientos mal armados, casi degenerados. Y te dabas el gusto de obligarme a elegir la misma Escuela que vos, la misma Facultad, la misma carrera y hasta me elegiste ese Marido mister aburrimiento. Yo no soy un ejemplo, con un malvón rojo a la derecha de mi escritorio y el gato a la izquierda ronroneando. Un cuaderno, una birome y mis inventos. No quiero verte más y la ridiculez que me regalaste, te advierto que es el invernadero perfecto, para agarrarte corola al virus. ¿Entendiste, Rita?
   —Bueno, como quieras, pero me hubieras avisado antes.

No hay comentarios:

Publicar un comentario