sábado, 29 de febrero de 2020

LINAJE


   Se le puso corona a virus, la Nobleza no acepta quedar rezagada, se le da un lugar en el Palacio de Barienman. Margarita no quiere ponerse lo que le regalaron.
   —Un barbijo tejido en Irak, me dijeron por las deudas, yo tengo un hijo irakí, duerme debajo de la cama mientras el Padre lava Libras, con mi viejo mudo. Isabel, mi hermana, jamás lo dejó hablar, las cosas que debe esconder la vieja en esos sombreros inmundos.
   En la época que mis Padres me bautizaron Margarita, la hipocresía se percibía y una niña es capaz de tener un poder analítico, que pueda destruir la alcurnia de una familia. Empecé a tomar habitualmente, era lo único que me sacaba de esa farsa. Me obligaban a tomar clases de danza. Fui un fracaso, pero gané abrir mis piernas en 360°. Fue útil en múltiples oportunidades. Tenía una custodia alcahueta de mi hermana.
   —Niña, Princesa Margarita, su Madre la solicita en el jardín de plástico yanqui.
   Seguro que no quiere que asista a su aniversario, para que no haga papelones, no tengo ganas de ver su cara de oler mierda para decir humedades. Hoy viene a Palacio, el Fotógrafo más cool de Londres. Le gusta tomar con prudencia y a mí la prudencia me exaspera, estaba con tres whiskys incorporados, cuando escuché el llamado a la puerta de mis aposentos.
   —No me gusta el protocolo, mi nombre lo saben todos y además ¿qué nos importa?
   Su cara es tan sugerente, que no parece ser un pariente de toda esa gente con sonrisa ausente. Se sirvió un vino tinto, de uva mosqueta, traído de La Balandra en Argentinium.
   —Vislumbré su cara a través de unas rosas japónidas y a partir de ahí, sentí que usted era mi medida. ¿Me permite sacarle fotos? No van a ser publicadas, son para mí.
   Su altura, compostura, el pelo que hacía lo que quería, esos ojos que decían lo callado por dentro.
   —Saque todo lo que quiera, sería raro, pero si usted pasara un día completo conmigo, sin exigirme posturas, le podría llamar las veinticuatro horas.
   El Fotógrafo se entusiasmó y después de comer dátiles y distribuir luces naturales, él se quitó la camisa, tomó la primer foto de Margarita, con soutien monjil, luego entreabrió su falda y tomó un retrato inguinal, rodeado de las puntillas del calzón. Margarita decidió un baño de inmersión con espumas de colores y la cabeza laxa, con una pierna afuera y otra asomando un pie por la lente.
   —¿Usted se dio cuenta, Princesa, la cantidad de pliegues y vericuetos, que tiene el cuerpo?
   Margarita pensaba, mientras se quitaba todo, menos las ligas y medias.
   —Tiene usted razón, tantos como el pensamiento.
   Él le propuso su famosa apertura de 360°. Margarita, primero calentó el cuerpo y llegó a un enroque que deslumbró al Fotógrafo. Nació un amor descarado, ambos se entusiasmaban en las Fiestas de Primavera, vestían de sport, cuando todos asistían con oropeles colgando sobre sedas deslumbrantes, el lujo era empalagoso. Margarita y el Fotógrafo se daban besos y se acariciaban sobre la ropa, en lugares inapropiados. Antes de vivir juntos, la bruja de su hermana Isabel y todo su séquito, mandó su encierro definitivo en un Nosocomio llamado “Soledad Absoluta”.
   El Fotógrafo perdió la razón y tomaba fotos de los muros impenetrables, donde imaginaba a Margarita desnuda, en la increíble postura de 360°.

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