jueves, 20 de febrero de 2020

ASMOPUL


   La Madre la quería tanto que desde su nacimiento no soltó su mano ni quitó sus ojos de los de Maru. Sentía que debía acompañarla donde fuese.
   Le otorgaba todo lo que quisiera, comidas, golosinas, paseos por aquí  y viajes por allá. Maru elegía su ropa, el Colegio, las amigas. Esto torturaba a su Madre, sentía que álguienes se la robaban. La conducía al Colegio, tomaba la primera clase y después la iba a buscar.
   Era tan simbiótica la relación que a Maru comenzó a darle asfixia, al quedarse sin aire debió concurrir a un Médico, que diagnosticó su enfermedad, como asma y podía deberse a varias razones. Le recomendó la consulta con un Psicólogo. Luego de varias sesiones, el Psicólogo pidió una entrevista con la Madre.
   —Mire, Sra, el problema de Maru, es su exacerbada protección, seguro que eso la ayuda a transitar la vida, pero la realidad es que a Maru le falta el aire, usted misma se lo quita.
   La Madre comenzó a taparse la cara y le pidió al Psicólogo que continuara.
   —Debe dejar de abrazarla todo el tiempo, que sus pisadas caminen solas, que las horas le pertenezcan y no que usted se las administre.
   Ni bien dejaron el Consultorio, Maru le pidió que la acompañara a tomar un helado.
   —¿Y por qué no llamás a alguna de tus amigas?
  Fue su primer gesto de liberar a su hija. Maru retornó casi de noche y la Madre la llenó de preguntas, pidió detalles de sus charlas y sus silencios. Maru le contó como de costumbre. Pero un cansancio repentino, le hizo cerrar los ojos para dormir. A pocos minutos pidió el asmopul, que recetó el Doctor y durmió toda la noche con una sonrisa, que su Madre miró hasta que despertó. La puso paranoica aquella sonrisa de tanto tiempo. Después notó que Maru casi no hablaba con ella, le tiraba un beso lejano, cuando se iba y cuando volvía depositaba un beso en su mejilla. Ella guardaba el asmopul hasta que Maru encontró unos cuantos sin abrir.
   —Mami, podés regalar el asmopul, desde que corro y hago yoga, el aire me sobra.
   Sonó el timbre una tarde de verano y un joven carismático dijo: —Yo sé que Ud es la Madre de Maru, vine ahora por ser sus horas de francés. Si me permite le confieso con todo respeto, que encontré a la mujer para compartir mi vida. Perdón, no me presenté, soy Ulises Kimusi y necesito su respuesta.
   La Madre le propuso que le gustaría saber su historia y estar con él sin la presencia de Maru. Los días de violín eran lo adecuados, porque ella asistía con rigurosidad.
   El primer día, la Madre escuchó detalles de la vida de Ulises, cómo eran sus Padres, cuáles serían sus actividades para después. Ulises lo sintió como una invasión, pero comprendió la soledad de esa mujer, cuando su hija dejara el nido.
   Le propuso a Ulises, que necesitaba conocer, como amaría si fuese a Maru. A Ulises le produjo tanta curiosidad y asombro, que procedió como un amante encendido, pero sin violencia, respetando los tiempos de la Madre. Ella se vistió con la misma ropa y perfume de su hija. El transcurrir fue en la habitación de Maru. Ulises se sintió pleno con la experiencia manifiesta de esa mujer sin novio ni Marido.
   Propuso Ulises un encuentro similar la semana siguiente.
   —Tal vez no me expliqué bien, siempre estuve muy unida a Maru. Ahora tengo la seguridad que la harás sentir completa.    

No hay comentarios:

Publicar un comentario