Si me aceptaron como Secretaria, tomaré el mantra: “A
donde fueres haz lo que vieres”. Enterada de los ascensos en dichos empleos,
aparecí con una camisa sin corpiño, que llegaba hasta debajo del ombligo, unos
pantaloncitos a medio muslo, mi cara parecía de estuco y yeso, tenía botox en
la boca, que me pesaba y ojos enormes con pestañas postizas que invitaban a
manejar papeles y algo más. El Jefe era un ñoqui remozado a Director,
alto, con trajes ingleses, corbatas italianas, zapatos Heil Timberland. Los
ojos cambiaban de color todos los días, tenía una docena de lentes de contacto,
comprados en Francia. Su pelo equivalía a una estatua renacentista. Con voz
grave, profunda: —Srta Olga Cienpuedes, su primera tarea será la distribución
de estos escritos, en cada sitio de la Cámara de Diputeados.
Como no miraba
mis ojos, le apoyé las tetas en los escritos que me entregó. Se me salió una,
pero la empujó con el codo, como espantando un insecto. Después de recorrer
pasillos, con olor a serpentario, abrí una puerta de dos hojas, comprobé que
eran tres horas después, donde debería comenzar la Sesión. Sólo se encontraba
una Diputada gorda y linda, como son las gordas. Ojos achinados y sonrisa de
ida y vuelta: —Dame los escritos que yo los reparto, igual no creo que venga
nadie.
Siguió trabajando
con su compu Night & Day.
—¿Vos sos Secretaria del Dictador Mevoyporatrás?
Ignoraba el
apellido del maniquí vivant.
—Te adelanto que
yo conozco vida, obra y corruptela de todos estos ladrones ignorantes. No
guardes la esperanza que con culo teta y botox, vas a conseguir ascensos. Cuando
note que sus compañeros te miren mucho, te echa.
No entendí la
causa de su advertencia y se lo hice saber.
—Mirá querida,
el apellido lo delata, Mevoyporatrás, no le gustan las mujeres y es reputo, por
eso lo reeligen. Es como Debido, roba todo y es tan puto que prefiere estar
preso para que le rompan el culo a diario.

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