Le decían María
la Laucha, iba a trabajar con su hijo, petiso y gordo. Jorge limpiaba vidrios,
se miraba mejor cuando estaba sucios. La dueña de casa no reparaba, era medio
cegatona y todo le parecía limpio, oscurecía la casa, por si quedaba algún
sillón sin aspirar.
María la Laucha
y su hijo, Jorge, dormían en el piso de la cocina, si hacía calor, sobre las
baldosas y en el invierno extendían viejas y rotas frazadas para la siesta.
Cuando María la Laucha faltaba por razones de salud y el derecho del domingo,
la dueña de casa perdía la razón. Gritaba, iba y venía golpeando puertas y
trasladaba el polvo de los muebles, con un plumero. Cuando hacía el almuerzo su
locura iba en aumento, terminaba por hervir agua con una papa y cuatro ruedas
de cabello de ángel.
Todo volvía a la
normalidad cuando aparecían María la Laucha y su hijo Jorge. Llenaba un balde
con un trapo de piso y con la misma agua y con la misma agua repasaba todos los
pisos. Volcaba el agua y salía tinta negra. Le dio fiaca ir y venir a su casa y
se instaló en lo de sus patrones, no se dieron cuenta de su presencia
permanente.
domingo, la dueña de casa perdía la razón. Gritaba, iba y
venía golpeando puertas y trasladaba el polvo de los muebles, con un plumero.
Cuando hacía el almuerzo su locura iba en aumento, terminaba por hervir agua
con una papa y cuatro ruedas de cabello de ángel.
Todo volvía a la
normalidad cuando aparecían María la Laucha y su hijo Jorge. Llenaba un balde
con un trapo de piso y con la misma agua y con la misma agua repasaba todos los
pisos. Volcaba el agua y salía tinta negra. Le dio fiaca ir y venir a su casa y
se instaló en lo de sus patrones, no se dieron cuenta de su presencia
permanente.
Les hicieron una
casita para perros, pero más grande. Allí dormía ella con su hijo, separados
por una cortina de flores rojas, la señora les regaló dos colchones viejos, con
olor a pis y las frazadas que usaron en la cocina. María la Laucha estaba
consternada, le contó a la señora —Son los estudios médicos, parece que Jorge
no es mi hijo…si no… mi hermano.
Le
preguntó cómo se sentía por la noticia
—Siento que por fin tengo un hermano y un marido, en cinco meses voy a tener un hijo. Una familia, como la que tiene todo el mundo, o diferente, nos vamos a ver todos los días y le seguiremos desmugrando, patrona. Si ustedes estuvieran dispuestos, seremos parte de la familia.
—Siento que por fin tengo un hermano y un marido, en cinco meses voy a tener un hijo. Una familia, como la que tiene todo el mundo, o diferente, nos vamos a ver todos los días y le seguiremos desmugrando, patrona. Si ustedes estuvieran dispuestos, seremos parte de la familia.

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