El día del padre
jugaban en el jardín los hijos y los nietos. Se acercó a mirar el crepitar de
la leña, mientras el asado se hacía sólo, antes les avisaba, ahora no. En la
mesa estaba sólo el padre. La esposa le dijo feliz día del padre.
—No soy tu padre,
soy tu marido y por lo que veo podrías decirle a tus hijos que nos acompañen,
toqué tres veces la campana y los truhanes nada.
De pronto
llegaron todos juntos, hablaban todos juntos e ignoraban al padre todos juntos.
Comió una molleja, le pareció cruda. Dejó, no sin antes decir qué rica estaba.
Le habló al aire, nadie lo escuchaba. Se fue por la puerta de atrás de la
cocina, los árboles y arbustos llovían sus hojas secas y el padre lloraba su
soledad.
Llegó a lo de sus
amigos que comieron en sus casas, escaparon de sus familias, igual que él.
Jugaron a las bochas, comieron un asado de ternera, que se casaba con vinos
estacionados en la vereda, me refiero a las botellas vacías. Luego volvió en su
Auto Unión. En la casa seguían cada uno en lo suyo. El jardín sufría una
invasión de compus, laptops, celulares, símbolos tecno que el padre sufría.
Como los hombres tristes, tenía un humor sarcástico. Llamó al celular de su
hijo que estaba tomando luna en una reposera.
—Disculpá hijo,
no te felicité por este día, olvidé que vos tenés un hijo, o dos, la verdad no
recuerdo.
El hijo tenía un
enorme cubo de hielo en su whisky.
—¿Porqué me decís
eso? ¿Qué pasa en este día?
Estaba tan beodo
que cayó en la pileta, con celular y todo —Me quedé sin celu, culpa del viejo.
Ahora que me compre uno.

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