lunes, 6 de junio de 2016

LA CLASE VIVA

                                                 
  — El lenguaje se redujo hasta en las malas palabras, éstas últimas ahora son buenas, más aptas para el no consumo y liberan apetencias asesinas.  Un adolescente llama a su compañero: ¡Ché puto! Y el otro responde: ¿No ves, boludo?, la rueda se hizo concha.
   Los ejemplos serían infinitos. Está la sensación común de creer cada vez menos. Entonces, las malas palabras, dejan de serlo, como las palabras semáforo, helado, zapallo, cada una tiene un valor intrínseco, que no necesita nombre. Aparece la era de la seña, fuck you, los cuernitos, el dedito acusador. La función del dedo tiende a expandirse, tanto para un moco seco pendiente, como para digitar un celular.
   Prepárense, falta poco para las cuatro patas.
   —¿Qué piensan de mi desarrollo nueva era?
   Los alumnos le arrojaban tizas, chicles masticados, cantaban a coro —¡Que se vaya! ¡Que se vaya!
   Dieron vuelta los bancos formaron barricadas y jugaban a la intifada.
   El profesor renunció y vive en Bolivia, tuvo un encuentro casual con cuatro de sus fucking alumnos, estaban haciendo dedo.
  Los reconoció,  su auto le patinó raro, encima de sus ex alumnos.
                                                              

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