La conferencia
bien nutrida debatía temas, mientras afuera se escuchaban tiros, bombas y
derrumbes. Le pedí a mi hija que regresara de inmediato —Vos no sabés cómo la
gente te contagia la idea de libertad, soy periodista, traductora y rumana.
Hace poco que murió el tirano. Dejó residuos importantes de sus ideas
genocidas. En eso estoy trabajando. Los rumanos quieren recuperar un tejido sin
nudos. Mamá, esta llamada me va a salir un huevo, un abrazo.
“Queridos padres,
prefiero escribirles. No sé si llegará, el correo de acá funciona, pero después
¿Cuántos ojos leerán esta carta? Seré optimista. Les cuento, durante el debate
de la conferencia, todos corruptos, cuatro vigas cayeron sobre su mesa y una
araña de bronce. Rumania se sacó un enorme peso de encima, sin tener que hacer
nada. Tomé unas fotos del evento del derrumbe. Se las mando por internet.
Tengo una noticia
para darles, vivo con Klovis, mezcla de alemán, con ruso y conmigo. No es un
perro, es un chico que está rebueno y es bueno. Tengo la Ciudadanía Rumana, no
sé cómo anular la Argentina. Me salvó este bebé divino, que se llama como vos,
papi y tiene tres años. Cuando trabajo lo cuelgo en mi espalda y cuando debo
traducir, se dedica a encerar pisos. Recibí una oferta delicada, útil, pero
necesito dejar mi bebé con alguien ¿Te lo puedo mandar?, llega cinco treinta, Mamá
no te olvides.”
Lo aprendí de
Klovis “No hay que olvidar”. 
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