jueves, 16 de junio de 2016

PISAR LA NO VIDA


   —¡Ey!¿No me conocés, Mercader?
   Miró adivinando —¡Sos vos, sos vos, ni te reconocí, ¿Dónde está aquel cuerpo infartante?¡Y la cara! Qué cruel es el tiempo.
   Inclinó la cabeza, se tomó la mejilla derecha y apoyado en un árbol, dijo —Cómo envejeciste tanto y yo nada, es muy impresionante.
   Le pregunté cómo estaba, sabiendo que su tema preferido, era él.
   Me miró con piedad, me dieron ganas de un revolcón al paso y se lo propuse.
    —No, ya no, ya no, ahora me gusta la carne fresca.
   Hacía cuarenta años que no nos veíamos. 
—Cambié de idea, un polvito me sentaría bien, quiero que hagas todo lo que te indique, ponete un gorro que te tape la cara. Supongo que te habrás hecho lolas, culo, lipo, teñite el pelo, a mí no me vengas con esas canas. Bañate con esponja desfoliante. No quiero desodorante ni perfume. 
—¡Por favor, basta Mercader! Sí, me comprometo a tus deseos y los agregados también los acepto.
—Corte de uñas, manos y pies, supongo que habrás dejado de fumar, con todo lo que insistí para que abandones. No quiero olor a cigarrillo. Me gusta el sexo fuerte, aunque sea tarde, fortalecé tu musculatura, pilateá unos días.
   Y pensar que ese coso fue mi novio, sin nada adentro (sólo el eco de goles) y un seductor por fuera. Le pregunté si se había casado, me llené de furia cuando dijo —pssí, algo así.
   Se me soltaron las bridas y lo arañé de arriba abajo.
   Sangraba de cabeza a pies…
   —Por eso lo soñé, yo no sería capaz, le dije al oficial. —Soy casi una discapacitada motriz, tengo operadas las caderas, en fin. Lo que sí le puedo decir, porque lo vi, es que apareció una mujer, mucho más joven, que le tiró un pitbull encima, a lo mejor mi información ayuda. Lo hago desinteresadamente.
                                                                     

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