—Se quedan, nada que tengamos que volver.
Son tres meses. Los peligrosos son el molino viejo, los seis eólicos, te pido
Cristiano, vos que sos cristiano, levantá los ojos al cielo y rogá que sople el
viento, pedile ayuda a Rosario y a Pilar, que son del mismo palo. Roncho y
Lauro, el más zafado. Tratá a los peones con respeto, poné distancia, ellos
tienen su rancho.
—Cuando se van se renueva el oxígeno.
—Cómo se le nota que fue milico, hagan esto
y vos no les des bola a los peones. Le faltó decir que son seres inferiores.
—Él mató gente de nuestra edad, dicen que
mandó matar. ¿Cuál es la diferencia? Es un asesino. Cómo se lo banca Tía
Crisálida, es un ser anónimo hasta de sí misma.
Ya estaban en la matera Lauro y Roncho, los
peones ya sabían que odiaban el mate y les daban tazones de café sólo. Recién
traído del pueblo, molido a mano. Unos regios la peonada.
Le preguntaron a María Susana, mujer
emblemática, dicen que fue Reina India:
—¿Podemos comer con Uds, Marisú? Acá
está calentito, en la casa hay murciélagos con sus familias.
—A mí me ordenaron no entrar jamás y yo les
cumplo, pero si vos querés la limpio.
Él contempló su postura majestuosa. —No quiero,
tus manos son para la Naturaleza, no para la mugre.
—¡Mirá, Cristiano! Arrodillado con las otras
alcahuetas al pedo, porque no corre aire, hace más de un mes, me dijeron y
ellos no mienten.
—¿Vos decís?
—Claro, son los dueños de la tierra y aunque
heredemos, va todo para ellos.
Lauro y Roncho esperan a los Tíos en un mes.
Lauro puso cara de Abel.
—Les hablamos y les mentimos, que Rosario y
Pilar, cayeron del molino viejo. –Puso cara de Caín-. Y que los paisanos las
enyesaron en su totalidad. Se lo merecerían las pendejas, pero son familia y no
hacen ni daño, ni nada de nada. Son nada.
El Tío milico y su ausente Crisálida, llegarían
en helicóptero.
—El milico quiere el campo y nosotros
tenemos éstas.
Roncho le mostró armas nuevas, de caño
largo.
—Yo no sé tirar.-Dijo Lauro-.
Es un cagón, pero el odio es más contagioso
que el sarampión. En una semana aprendió a tirar, hábil el enano.
Hicieron la llamada y estuvieron al toque.
Se escondieron tras unos rolos y empezó la fiesta, dos tiros al milico, uno en
la frente y otro en el corazón. Crisálida les dio pena por lo idiota.
—No avisamos a nadie.
El sepelio fue una farsa, se encargaron los
chimangos, los caranchos y los buitres. Crisálida, con voz aguda: —Se fue bien
ido, por todo lo que hizo y yo callé.
—Por cómplice, te quedás con los peones.
Emparejate con alguno, ahora ellos son los propietarios del campo, que llega
hasta el horizonte.
No despedimos como si fueran nuestros Padres
desaparecidos, la única que nos bendijo con un café de putas fue María Susana,
que nos miró a los ojos diciendo gracias, pero sin palabras.

No hay comentarios:
Publicar un comentario