—Se podría
cuidar, no te digo que se tiña de rubio rojizo o que deje el bastón, no tiene
equilibrio, pero nos ve a nosotras, que estamos hechas unas regias. Es una
inversión, pero se obtienen unos resultados, que te sacan años, nacés de nuevo,
qué sé yo.
—Vos, Amalita,
no sabés respetar las decisiones ajenas, si ella quiere andar con su viejo vestido
gris y los zapatos chancleteando, dejala, que tenga nuestra edad no quiere
decir que haga lo mismo que nosotras.
René, sensata, Abogada
Jubilada, Defensora de Pobres y Ausentes, en este caso debiera decir de Ricos y
Presentes, les dice: —Sé que en la casa de Ema la maltratan, con palabras
hirientes, no respetan sus años. Ella los albergó cuando no tenían dónde caerse
muertos, es hora que se vayan y la dejen en paz bien merecida. Mi hijo aseguró
que él se encargaría de sacar esa gente de la casa. Ema es la Madrina y Pitico
la adora.
Amalita, que no
mueve un músculo de la cara:
—Yo la voy a llevar a este Dermatólogo, Cirujano y
responsable, les pido que alguien me acompañe para darle contención.
René quería
estar presente, luego que supo el nombre del Doctor, Arregli Bagalli. Tenía
target alto, un capo. Ema aceptó, ¨son locas pero divertidas¨. Eligió entrar
sola al Consultorio, el Dr Arregli Bagalli, la recibió con una amabilidad
carismática.
—A ver…a ver…,
Ema, tenés una piel bárbara, gruesa, sin manchitas ni lunares. Te voy a dar
unas inyeccioncitas que no duelen nada, vamos al entrecejo, estas patitas de
gallo, mínimas, el código de barras, entre la nariz y el labio superior. ¿Te
duele?
Ema, con voz de
santa: —Le pido Dr, que haga lo que tiene hacer y no me cuente, me pone
nerviosa. -No le voy a decir que me duele como la puta madre-.
Fue una alegría
para todas, ver lo fantástico del cambio de Ema. Le hicieron un corte de pelo,
a la altura de la mandíbula. Invirtieron un dinero y le compraron dos Chanel,
clásicos, un abrigo de autor, amplio y cómodo y zapatos de badana, artesanales,
a medida.
A mí, maquillaje
no me van a poner, bastante con las cremitas, están contentas porque voy a
sumarme al grupo de las viejas locas.
Combinaron un
encuentro en un lugar paquete de Buenos Aires. Las amigas llegaron primero. A la
media hora apareció Ema, con su viejo vestido gris y sus zapatos de chancletear,
por supuesto el bastón, por el problemita del equilibrio, colgaba de su brazo
la bolsa del Supermercado, con yogures y una botella de whisky. Se le
transparentaba el monedero. Juntó todo su pelo con mil horquillas, en un rodete
pinchudo.
—Las saludo en
general, porque con esos menjunjes que se ponen, quedaría pringosa, les
agradezco lo que hicieron, pero yo estoy acostumbrada a estar cómoda con mi
ropita añosa, Pitico dijo que a mi edad, haga lo que quiera y desea de todo
corazón, que los globitos de la cara, se pinchen cuánto antes. A mis nietos les
dijeron, que por unos medicamentos, se me hinchó toda la cara.

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