Desde que fui
bebé iba al Cine con mis Padres, sábado y domingo. Daban dos películas, antes
un número vivo con algún cantante desafinado. Si una de las pelis era a color,
mi Padre nos hacía levantar. —La película es yanqui, por eso tiene esos colores
bien de fantocheros.
La segunda era blanco y negro. —Ésta es una película de
buen gusto, es francesa y se llama “Los Cuatrocientos Golpes”.
Ya iba por los
tres años y pedía sentarme sola, si me tocaba una mujer con sombrero alto,
delante, pedía casi llorando de mentira: —Sra, ¿se puede sacar el sombrero que no puedo ver?
La Sra se
derretía por mi lenguaje adulto y se lo quitaba. Mamá y Papá se hacían los que
no me conocían. Todos los fines de semana seleccionaban películas blanco y
negro.
—Hoy tenemos. “Milagro
en Milán”, es de risa y de llorar, mi pañuelo no lo presto, llevan cada uno el
suyo.
Yo iba por los
ocho y hacía comentarios en voz alta. Los espectadores hacían coros de “Shshsh”.
Ellos se la perdían, mis comentarios eran excelentes, decía mi Papá, por la
emoción de la película y por mí.
Compraron un
televisor que en aquel tiempo, eran todos en blanco y negro. Mamá miraba
teleteatros cursis y me hacía callar. Ya iba por los diez, me gustaba “La
Patrulla de Caminos”, el “Cisco Kid”, “Tarzán”, “Lassie”. Cuando cumplí trece
iba sola, me compraba, medio kilo de queso de rallar, comía y miraba tres
películas. A veces venía mi primo, de dieciocho, vimos “La Batalla de Argelia”,
algunas cosas me gustaron y otras que no entendí me explicaba mi primo. Si me
daba gripe, no había otra que mirar tele blanco y negro.
Llegué a tener
cuarenta grados de fiebre, fue muy lenta la recuperación. Los párpados me
pesaban y entreabrirlos dolía. No había razón para que los párpados tuvieran
conflicto con las pupilas. Me llevaron al oculista: —Te voy a mirar los ojos,
apoyá el mentón aquí y la frente en la parte superior. Mirá hacia la izquierda,
al frente, parte superior. Y ahora hacia la derecha. Bien, te dolió, pero logré
mi objetivo. —¿Puedo hablar con tus Padres?
—No es
necesario, el problema es mío.
Puso cara de
seguir, me mostró objetos diferentes y preguntaba: —¿Qué color es éste?, bien, ¿este otro?,
bien, ¿Y el tercero?, bueno, no tengo buenas noticias. ¿Vos que tonos viste en
los objetos?
Abrí los ojos y
vi todo blanco y negro.
—Si querés
consultá con otros colegas, pero es el primer caso que tengo con tus
características. Qué podemos hacer?-Me preguntaba a mí, el ojólogo-.
—Creo que lo
mejor por ahora es mirar películas blanco y negro. También leer fondo blanco y
letras negras. Y si me rayo mal, me coso los ojos y pienso, no viene mal pensar,
creo…

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