domingo, 28 de abril de 2019

DIOS SABE LO QUE HACE



   Le pegaba sin motivo, en la cara, para hacer ver que Morita era de él. Dejó la ropa en la soga y llovió, le pasó la plancha a toda la ropa de su marido, le tomó dos horas. Dejó su ropa y las de los chicos las escondió en el canasto. Ese día vino contento cuando vio sus camisas, la invitó a comer afuera.
   Morita no tenía qué ponerse, los chicos tampoco. Él vio el hilo de agua que salía del canasto, puso cara de pegar. Dos bofetadas, derecho y revés.
   —Ponete el piloto y este pañuelo mío al cuello. Los chicos que vayan como están, supongo que las zapatillas estarán limpias, los zoquetes pueden ir mojados y ellos peinados con raya al costado.
   Los chicos temblaban. —Me gusta pegarte, te pintaste para que te miren los tipos, ésta, va por la pintura. -Y le puso una piña en la boca-.
    —Parece botox y la sangre rouge.
   Los chicos muertos de frío y terror, no miraban. Llegaron tarde, él con vino adentro, era de lo peor. Estaban en la cama y él quiso, Morita moría de cansancio y lo negó. Le dio dos trompadas filosas en las costillas, quedó sin respiración.
   Ambulancia, Policía, Abogado, Juez. Preso él.
   Morita, a cargo de los niños iba todos los domingos a llevarle cigarrillos y tarta de manzana, lo que más le gustaba. Ella pidió el divorcio, ambos firmaron. Morita siguió yendo los domingos, hasta que terminó de cumplir su condena.
   Ella se unió a uno de los abogados actuantes. Tuvieron dos hijos.
   Al año de obtener la libertad, borracho y de noche, caminaba por un pantano, sin destino.

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