Di marcha atrás
y le pasé por encima, por miedo le volví a pasar, no quise mirar la pura sangre
y él destruido en el asfalto. Me siguió la Policía. Me llevaron al
Destacamento, me interrogaron. —Fue un accidente.-Les dije convencida-.
—Hablo con la verdad,
nunca miento.
El Oficial miró
con las mejores intenciones. Hubo un Juicio, donde me declararon inocente.
Cuando salí de Tribunales, el Oficial, sin uniforme, me pareció natural, no
estaba de servicio. Cuando llegué al depto, miré por la ventana, lo vi y él
también.
Hacia mis
compras y escuché unos pasos, era él que me seguía. Al siguiente día, conseguí
un turno con el Médico. Tenía el auto secuestrado, como quedaba cerca fui
caminando. Estaba él, que de nuevo me seguía. Salí del Consultorio y él, de pie
en la puerta, miraba con insistencia. —Quiero saber por qué usted me persigue
todo el tiempo.
Él no me
contestó, dio media vuelta y siguió caminando. Tuve temor y volví a mi casa en
taxi. Él estaba ahí, le miré la cara, me invitó a tomar un café. Tenía ojos
opacos y tristes.
No sé por qué
acepté su invitación. Conmigo no habló nada, sólo con el Mozo, para hacer el
pedido y nada más. Cruzamos a la plaza, me resultaba incómodo su silencio, pero
no sé por qué lo respetaba.
Una hoja color
ocre, se le instaló en el pelo. Quise desprenderla.
—Ni se te
ocurra.-Él lloraba como un niño viejo y quebrado-. Aquel hombre que
atropellaste, tenía dieciséis años y era mi hermano.

No hay comentarios:
Publicar un comentario