Pasó una semana
y fui a limpiar el departamento del abuelo, él no estaba, seguro que fue a la
plaza, ojalá me de tiempo a terminar.
Volví a mi casa,
dijeron que el abuelo estaba en el cielo, se lo llevaron los ángeles, nunca
dijeron “se murió” piensan que soy estúpida. Si se murió, se murió. Fueron
todos al sepelio, no permitieron que yo fuera, me iba a hacer mal, lo decían
con piedad fingida.
No quedó nadie,
era ideal para una visita. Me gustó que hubiera mantenido la limpieza.
Abrí ventanas
para que entrara aire y el sol. Estaba en el sillón hamaca, fumando su querida
pipa, los rayos del sol lo hacían parecer un patriarca.
Me regaló una caja de seda raída.
Debía abrirla en
mi casa y sin testigos.
Entorné la tapa
y los rayos de luz me enceguecieron, adentro había... No quiero escribir el
contenido. Es un secreto entre mi abuelo y yo.
Todos dicen que
murió, no sé por qué. Lo veo todos los días, ahora le cuento cuentos verdes, se
ríe tanto que se le sale la dentadura.
Me dijo que al
lado vivía un viejito parecido a él, como un gemelo. Cuando descubrió al viejo
muerto, robó sus documentos y puso los de él.
─Yo sabía que
estabas vivo ¿Y los demás no se dieron cuenta?
El abuelo contestó:
─¿Y quiénes son
los demás?

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