Mirá con qué ojos me está mirando. Seguro que
me compra. Entra al negocio y pregunta:
─¿Cuánto cuesta?
Pagó cash y no quiso ninguna bolsa, prefirió
llevarme puesto. Estaba harto de estar colgado, siempre en exhibición. Ahora,
la mujer que acaricia mi pelo y me toma el olor para ver si soy raza visón. Caminamos
unas cuadras, me molestaban sus zapatos de tacos nueve y medio, hacían mucho
ruido. Subió a un Rolls Royce y se sentó encima de mí, me pareció un gesto
descuidado. ¿Cómo no me quitó ni me puso como debe ser? Hacía abuso de mí.
Me usaba todos los días, hasta que llegó el
verano y me metió en una cámara frigorífica para protegerme del calor. Había
otros tapados colgados, no me sentí solo. Nos rozábamos sin querer y tenían la
virtud de no competir para ver cuál era el mejor. Yo sabía que era yo, pero me
pareció ordinario decirlo.
La mujer quiso usarme en el verano también.
Me cortó las mangas, el ruedo largo y la cintura. Me puso breteles dejando su
ombligo al aire. Sentí que estaba descuartizado. Era perversa conmigo y con mis
mangas hizo felpudos. Según la turra, levantaban el aspecto de la casa. Los
gatos comenzaron a usarlos para dormir. Algunos me hicieron pis y caca encima. Me
sentí tan impotente, sobre todo cuando la cocinera me tiró a la basura. Fui a
parar al basurero municipal.
Un señor que me descubrió, decidió
reciclarme, ahora vivo en las solapas de su campera.

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