viernes, 1 de julio de 2022

EL SABOR

 

   Las chicas andaban pataperreando en los shoppings: “Yo te Oferto”. Desde la mañana, con sus valijas colgantes, hombres de bronce, ojos tímidos y miedo al fondo. Ocupaban lugares que estimulaban la venta de collares, pulseras, colgantes, anillos y todas esas porquerías que les encantan a las mujeres.

   Superior a la compra es la charla, una tilinga le pregunta cosas personales:

   —Madame, Senegal es una montaña de pobreza, con niños seguidores  de panzas redondas, llenas de nada, existe la esclavitud con cadenas. Hay alegría también, hacen recitales, de corazón, Amadou et Mariam, esos días olvidamos los tormentos y la música invita a danzar, tres días consecutivos sin memoria.

   La mujer estaba prendida del relato, mientras elegía collares y pulseras: 

   —¿Vos aceptarías comer en mi casa, hoy por la noche? Es aquí a la vuelta, la casa de las palmeras.

   El senegalés le sonrió, sandía:

   —Allí estaré Madame, merci.

   Ella prendió velas por toda la casa. Comieron salmón a la parrilla y una orquesta de frutos de mar, terminaron el Champán en la habitación. Mientras Senegal la recorría de norte a sur, con el clásico final, la mujer abajo, Senegal arriba. Llegando a la curva final, abrió la puerta el marido de Madame:

   —¿Se puede saber qué estás haciendo?

   Lo miró entornado y murmuró:

   —Pasale la lengua por la espalda, despacio, es quisquilloso y tan gostoso.

   Al esposo también le pareció gostoso. Pidió a Madame, que los dejara solos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario