—Y…, no sé, a
mucha gente le va a parecer raro.
Puse esa cara
torcida de remordimiento, ya ni me doy cuenta, como él ni se da cuenta de mí.
Hacen tantos años que estamos juntos, a lo mejor lo que pensamos, es cómo
intercambiar nada. Entonces viene la venganza descarada… “Yo fui una chica que
desde los doce era una putita, luego una puta y después una putona. El primer
chico que conocí me hizo doler el alma.
—¿Sabés qué
pasa, Olga?, mis amigos me dijeron que parecés una atorranta.
Justo él, que no
pudo hacer ni reemplazar, mis deseos intactos. Fue vertiginosa la cantidad de
hombres, como decía una cuñada que tenía:
—Los salames que
me bajé al sótano.
No tenía ninguna
amiga, pensaban con miedo de contagiarse mi putez.
—Flor de burras
las minas yo me daba permisos porque se me daba la gana. No dejaba títere sin
por lo menos un touch and go. Cuando algún imbécil preguntaba:
—¿De qué
religión sos?
Lo miraba con
asco y le contestaba:
—Mi religión es
el sexo y cumplo con todos sus preceptos.
El tipo que
apostaba para Seminarista, tuvo relaciones conmigo, teniendo puesto un forro
pinchado. Quedé completamente embarazada, no tenía guita para un aborto. Lo
tuve. Con la desgracia que fueron mellizos. Me arrancaba los pelos de la
bronca, no me dejaban dormir, crecieron y siguieron multiplicando su idiosincrasia
de molestar en continuado.
El día que
encontré mi mejor ropa embarrada en el fondo, lo decidí. Me puse bencina desde
los pelos hasta los pies y con un fósforo de una caja de Tres Patitos, me
incendié”.
Aunque no había
computadoras, el caso de esta persona se viralizó. Decían que era una forma de
purificación, más o menos lo que dicen, que cuando te morís vas al Cielo o al
Infierno, en mi soberbia opinión cuando decidís eliminarte, es porque tenés las
bolas llenas. Acá termina el cuento, habla de pasiones numerosas, si no te va,
¿sabés lo que podés hacer? Vos sabés.

No hay comentarios:
Publicar un comentario