lunes, 23 de junio de 2014

TOSTADAS

                              
      Hoy es septiembre, te escribo bajo nuestra pérgola que me recuerda tu cara. Tengo una pollera que el viento la llena de hojas y luego ella las devuelve. Cuando el aire se detiene te hace trampa, el viento vuelve y el pelo me tapa la cara. Suena la campana de comer. No sabés lo que es tu madre, Johnny, parece un bibelot. Tiene un sentido del humor casi argentino y me trata con un afecto que no se usa en estos lares.

      Camino un césped suave como el terciopelo. Se escucha música de Brahms. Están todos alrededor de la mesa y luego de un brindis convencional, se abalanzan sobre la comida. Cuando esto ocurre pido perdón y me meto en el jardín. A los cinco minutos Bibelot está a mi lado. Respetaba tanto mi silencio que un día la abracé como a una madre. Johnny trabaja a veces tres meses seguidos. Me venía bien estar sola. Salíamos con Bibelot quien tenía la compulsión de comprarme ropa de señoritinga, hasta ella misma sabía que no la usaría.

      Un día Bibelot estaba en la cama y preguntó porqué esta vez no salía sola. Me entregó las llaves del auto. Recorrí el predio, hice detenciones en montes de árboles, arroyos de piedras. Johnny, nunca me mostraste esos lugares. Subí a una canoa, remé hasta dormir. En el sueño pensé que si Bibelot se moría, todas sus posesiones nos pertenecerían. Se me ocurrió que al destino había que darle una ayuda. Desayuné con ella, en la cocina. Preparó unas tostadas y una puntilla de su camisón rozó el fuego. Yo agarré un repasador, pero tarde, murió carbonizada. Ocurrió algo extraño, las tostadas estaban impecables.

      Johnny se hizo presente de inmediato, me abrazó llorando con estertores, así pasó la noche. Cuando desperté  sus primeras palabras fueron: - ¿Vos te das cuenta cómo nos benefició mamita con su muerte? Ahora es todo nuestro. Si yo no estuviese, sería todo tuyo, bueno, no es el caso-.

      Me pidió el desayuno en la cama. Le preparé un té con tostadas.    

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