Era negra y me quería muchísimo, yo
también.
Su nombre: Luli.
Cuando fui a vivir a una gran ciudad, me
costó despedir a mis queridas tías, que hicieron de mi infancia un cuento.
Llegar a la gran ciudad me hizo sentir
enano. El primer tiempo me agobió el cemento, los ruidos de los autos, los
micros, las sirenas. Pasado un tiempo, cuando escribía, los sonidos de la calle
me fueron imprescindibles.
Recibía cartas de Luli, cada vez que fallecía
alguna tía. Tenía la delicadeza de no extenderse en el tema.
Yo escribía artículos para algún diario y
con eso subsistía. Mientras construía un libro, tan generoso, me daba pie para
seguir la cuidadosa novela. Cuando se publicó fue un éxito de ventas, lo que
gané me lo gasté. Aparecieron tres ediciones más. A pesar de esto quedé solo y
sin un céntimo. Mi cuarto me agobiaba.
Una mañana encontré a Luli, me abrazó
eterno y me invitó a sus trabajos que se reducían a la limpieza de tres departamentos,
cuyos habitantes trabajaban el día entero.
En el primero Luli sacó dos vasos y
vertió, con generosidad, el whisky más caro del mundo. Luego nos sentamos en
los mullidos sillones y jugábamos un rato a “¿te acordás?” Las noticias del
pueblo eran relatadas por Luli, con prudencia e ironía.
Cuando llegamos al segundo, sobre la mesa
había tres puchos con olor raro. Los fumamos, veneno no era. Pusimos un disco y
bailamos como locos. Nos olvidamos de cerrar la puerta del departamento.
En el tercero limpiamos todo, hasta los
goznes de la puerta. Hubo mala suerte, cayeron los dueños. Sin mediar palabra,
le pagaron y dijeron que no volviera más.
Luli y yo fuimos a su casa, casi toda
población negra, que saludaba a Luli con bonhomía.
Cuando cobré lo de mis tías, la invité a
visitar alguna isla que ella eligiera.
Buscó la isla donde nacieron sus padres y
allí fuimos. Visitamos tumbas, quince días y fuimos a la playa un día sólo.
Ahora vendimos todo y compramos una casa
antigua. Luli limpia y limpia. Todavía dice que su vocación real es la
limpieza. La convencí de dejar el trapetón y dedicarse a bordar ranas y
margaritas. Los días molestos son cuando Luli trae su familia. Son veinticinco.
Le pregunté a Luli porqué los negros tienen más hijos que los blancos. Dijo que
los negros tienen billones de espermatozoides.

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