Frío, calor,
llueve, auto roto, remís te arranca el moño, estoy sola, debe ser lo mejor que
hice en mi vida, atenderme yo a mí misma
y no tener un gandul al lado, como mi amiga Kitty. Se tiene que bancar una
tortuga que la borra de su mira, le dice: —¿Querés vacaciones?, soy yo el que
necesita descansar de tus demandas absurdas.
Le dijo que ni
lo pensaba.—Me voy al carajo.
El carajo debo
ser yo, que soy su amiga incondicional.
—Vos, quédate con
los chicos, acá tengo mi maleta prolija, limpia y con rueditas.
Kitty se pone
delante de la puerta y no lo deja salir. Él abre la ventana, salta él, luego
rueda su maleta, apoya los labios en los vidrios para saludar a los chicos, que
hacen lo mismo y le gritan:
—¡Que te
diviertas, Papi!
Sube al remís y
el avión de su trompa lo espera en un campo con pista de aterrizaje. Cancún los
espera. El trompa tiene un piso que da al mar. De la cama a la arena, de la
arena a nadar. Si se acerca alguna mina, él pregunta: —¿Vos querés que te
acompañe?
—Ni en pedo.
Le digo que soy
gay, así no me jode más.
Aparece en casa,
o sea en el carajo. Mi mejor amiga, Kitty, mira el techo, fuma y duerme. En el
cuarto de huéspedes viven los chicos. Los llevo al colegio, les hago de comer.
Kitty empezó a salir con el rotisero y yo me encargo del resto.
Hay tanta humedad,
la ropa no se seca, ya no estoy sola, debe ser lo peor que hice en mi vida,
llueve, el auto roto. Voy a la Rotisería, casi cierra, compro chocolate. —¿Me llevás
al centro en tu camioneta? Son cuatro cuadras.
Kitty se quedó
en casa. Hoy me toca a mí. —Y no te hagas el estrecho, me enteré por Cholo,
cuando le dijiste que yo era una potra. ¿Vamos a potrear?

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