Era Carnaval, Estela tenía una bici nueva
que le trajeron los Reyes Magos. —No sabés el tiempo que tardaron los Reyes
para comprar tu bici, trabajaron tanto que los demás niños del mundo,
recibieron regalos chiquitos.
Estela creía todo lo que su Abuela contaba,
para los niños, lo que dice la Abuela siempre es una certeza. Estela no usaba
la bici, prefería lustrarla, invertirla y ver si las ruedas rodaban, los
pedales tenían luces propias que empezaban al atardecer. El timbre lo hacía
sonar una vez cada dos días para ver si funcionaba, era color verde con
estrellitas rojas. Comenzó a circular por el pasillo de su casa que era largo y
no tenía autos ni personas. Estela era muy amiga de un chico llamado Roque,
jugaban al miedo, a viajar, a que eran esposos, al doctor, eso era lo que más
jugaban y hacían que se enfermaban seguido. La bici de Roque era vieja y
oxidada.
—Para Carnaval quiero ver que cruzás la
calle con tu bici nueva, a lo primero aprendé a dar vuelta la manzana, por la
vereda, cuando te sientas segura andarás por la calle. Cerca del cordón. Y a la
hora de la siesta, mostrá tu valentía, no hay autos, te metés al medio de la
calle. Estela sintió vértigo ante la
propuesta de Roque. —Lo hago pero si vos venís conmigo.
Fue un Domingo, cuando jugaban con mangueras,
baldes y bombitas de agua, manzana contra manzana. A las tres en punto de la
tarde, se encontrarían en la vereda, Estela con un traje de bailarina y una
coronita de flores blancas. Tocó el timbre de Roque. —¿Y? te estoy esperando
¿por qué no salís?
Roque se asomó a la vereda sin la bici.
Estela le dijo que la fuera a buscar, sería más divertido. —Sí, pero estoy
esperando a mi hermana, que me la pidió un rato, ¿por qué no empezás vos sola,
Estela?, de paso practicás, yo te sigo a pata ¿dale?
La calle estaba vacía. Estela se largó con
ímpetu, al décimo pedaleo Roque le tiró un bombazo de agua en la cabeza, Estela
perdió pie y un camión, que salió de la nada, la atropelló.
Se apiñaron un montón de vecinos, la Madre
la tenía en su regazo, parecía una paloma blanca, con lagunas rojas y pies y
brazos de marioneta.
Roque corrió y corrió, hasta que la voz de
su Padre se perdió. Nadie supo de dónde provino aquel bombazo, nadie. Roque
hubiera querido ser castigado, que todo el barrio le pegara.
Nada de eso sucedió. Sólo él lleva en su
cabeza, su amiga sin vida y sus pensamientos giran y giran y no se detienen.

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