viernes, 30 de noviembre de 2018

VAMOS! VAMOS!, ARGENTINA!



   Gerard estaba convencido que “subansen, empujensen, bajensen” era una frase digan de Alemania, él antes de venir trató de aprender alemán, pero era complicado. Sólo conocía algunas oraciones. Hitler era un genio hijo de puta, Goebbels también y Auschwitz, un lugar donde ellos se encargaron de matar millones.
   En un Bar chongo, atendía la barra una mujerona, él pidió una pinta señalando con el dedo. Analé le trajo una charola con chucrut, como ella lo miraba, hizo un esfuerzo de parto y comió. Para pedir cerveza, dibujó una jarra con espuma, Analé pensó que era mudo y le trajo un jarro de tres litros, no le cobró porque le daban pena las personas con dificultades. Gerard se sentó en un banco frente al Bar, en el horario de salida de la mujerona. Lo reconoció, le hizo preguntas que él asentía o negaba con la cabeza. Ella lo invitó a dormir a su pensión, Gerard asintió. Analé lo arrastró de un brazo. Se equivocó de gesto y logró separarse del brazo oprimente. Ya habían llegado y la mujer con cara de ofendida, lo empujó encima de cuatro perros que lo recibieron como a un igual. Gerard empezó a circular en cuatro patas y andaba con los otros, ladrando autos y gente que cruzaba la calle. Analé lo descubrió, tenía la misma cara de Gerard. Pelos de la cabeza a los pies, un perro perfecto, cuatro patas, peludo, ladraba, no cabía duda era un perro. Analé lo subió upa y lo llevó a su casa. Llenó la bañadera y le dio un baño intensivo. A mano nomás, le limpió el pitulín y las bolitas. Él se dejó, la mujerona tenía manos grandes pero suaves.
   Analé tomó la afeitadora y le sacó el pelo que no correspondía a un ser humano. Esquivó las partes pudendas, era sensato, para cubrir algo esa cosa de nada. Le dio de comer un bife, era argentino el tipo, se lo comió de una. Lo sentó en la poceta y dando los trámites por cumplidos, lo acostó a su lado. Cuando Analé se durmió, tiró de la cama a Gerard, éste retomó sus costumbres ancestrales y le desgarró todo lo que pudo. Analé gritaba como loca y él le ladraba como un rottweiler.
   Viajando a Buenos Aires pensó: —Analé, que mina jodida.
   Ella quedó internada con lesiones graves, parece que Gerard estaba rabioso, en Ezeiza le tomaron una muestra y sí estaba.

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