martes, 6 de noviembre de 2018

ENCUENTROS BIOLÓGICOS



   Lo trajo su Papá, cara de bueno, los saludos pertinentes y después él, con la misma cara de ángel, alto, casi como yo, su Abuela biológica. Hace tres años que nos conocemos, cumple quince el 9 de enero. Nos presentaron y vi la imagen de mi Padre, de mi Hijo, de mi Marido. Fue un viaje de rostros mezclados, hasta que aterricé en Ángel, parecido a sí mismo y un nombre levitado.
   Dejó caer su mochila con diez remeras que no usará, tres vaqueros que tampoco y zapatillas para recorrer el mundo en tres días. Escuchar su voz grave, suave y mansa.
   Siempre dolió no conocer su primera infancia, pero lo diluye su lenguaje adulto e ingenuo. Le conté que su Padre biológico, llegaba a la una, se le rompió el auto, vino en micro lechero, de ruedas gastadas y ruta con pozos, de pronto sale su voz: —Sí, no te preocupes si llega tarde, él ya me avisó lo del auto, lo del micro.
   Recién caí que ellos se comunican gracias a la tecnología y Ángel sabe más de mi hijo en tres años, que yo en treinta y cuatro.
   Su Padre llegó con dos horas de retardo y él continuó su relación en el celular, hasta que se puso de pie, sin que nadie hubiera escuchado nada, abrió la puerta y juntaron pie con pie, saludo yanqui y abrazo. Pasé a ser una espectadora de ese encuentro, que se prolongaba entre ellos. A veces necesito escuchar murmullos, risas y relatos, que me son vedados. Había que ponerse al día, faltaron tantos años.
   Me emociona cuando los veo cruzar la plaza, casi de mi misma altura, con las manos en los bolsillos, los pies hacia afuera y de vez en cuando palmadas en la espalda. Exactos y haciendo planes para viajar a…ahí se cortó la señal y me quedé sin saber. Estaban juntos, los detalles no importan.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario