Acordate cuando
recién aprendí a andar en bicicleta y en un rincón de la vereda, apareció un
impedimento muy difícil de sortear. Solté los manubrios y me tapé los ojos, no
pude elegir otra alternativa.
Acordate, vos me
llevaste al cirujano de tu familia. Tenía una herida en la frente, que no
dejaba de sangrar, me dijo, como buen carnicero, que eso con vendas no era
solución. Sin ninguna sonrisa, suturó de lado a lado mi frente. Acordate,
mirabas cómo trabajaba y él pidió que te sentaras, tenías curiosidad por mi
herida, pero ninguna piedad por mí. El cirujano me dio pastillas para el dolor
y la cicatrización.
Acordate. Volvimos,
yo en el asiento de atrás y abrazaba tu cintura, por miedo, vos pedaleando con
una habilidad sorprendente. Cuando llegamos a casa, no quisiste contarle a
Mamá. Acordate, que el Doctor me puso anestesia local, me bajó la presión y sin
tocar el timbre, me llevaste al sillón. En casa no había nadie, era natural.
Acordate que fuiste a la cocina y me pusiste en la cabeza
un pañito mojado con agua fría. Eso me alivió, acordate de mi mirada, yo te
quería, me di cuenta, vos también y no era de ahora, con el último paño
estrujado, llegó mi Vieja y le contamos a dúo. Ella le dio más importancia a lo
que ibas a estudiar, que a mí, acordate, le dijiste que Medicina.
—¿Qué rama te
interesa?
—A mí me
gustaría ser cirujano. -Acordate-.
Cuando Mamita querida
entró en la cocina, para hacerte café, vos aprovechaste y me besaste la boca.
Saliste corriendo y Mamá preguntó:
—¿Cómo, se fue sin tomar café?
Acordate que
después: —¿Cómo me vas a decir eso? Estoy embarazada porque los dos quisimos.
Acordate.

No hay comentarios:
Publicar un comentario