—No sabés lo
divina que es, llega temprano, los baña, los lleva a la Escuela, los va a buscar.
Te digo, si se me va me muero. Son diabólicos como el Padre, los chicos. El
martes los bañaba y le pidieron que se metiera con ellos, encima Mechi no les
dice que no a nada. Se metió con el guardapolvo.
Le pidieron que
se saque todo, querían saber cómo era una mujer grande, desnuda. Lo primero que
le preguntaron fue por los pelos de la entrepierna, como ella no se depila, les
respondió que era un gatito. ¿Sabés lo que le hicieron? Quisieron sacarle el
gato, Mechi gritaba, porque la arañaban, se le colgaban de los pelos, uno le
dijo al otro: —No hay caso lo tiene
pegado, pero lo podemos acariciar.
Ella les dio
permiso y empezó a gemir: —Sigan, chicos, el gatito está encantado cuando le
enrollan la cola.
Hasta que Mechi
empezó a gemir de nuevo.
—Ché, vamos a dejar
el gato, porque me parce que Mechi va a llorar.
Cuando llegó la
Madre, le contó: —Los chicos son tan cariñosos y mimosos, dan gusto. Hoy se
portaron como adultos.
—Decime, Mechi, hoy
hay huelga de micros, mi Marido te llevará a tu casa, queda lejos para que
vayas caminando.
—¡Vamos, Mechi!,
que con la huelga, la ruta está saturada.
El Señor la
esperaba con la puerta abierta: —Por cómo sos con los niños, te traje un
regalito, tomate tu tiempo, es de chocolate.-Y se señalaba la bragueta. Era cierto, un
helado, un poco torcido en la punta-.
—¿Me lo da, Señor?
—Se va a
derretir, mejor chupalo de aquí.
Ella lo terminó
enseguida, al final tenía crema de huevo, fue lo que más le gustó.
Llegó a su casa,
la esperaba el Marido con medio kilo de helado de chocolate:
—Perdoname,
Aldo, comí mucho, gracias.
Se fue a dormir,
el Marido la miró y tenía cara de satisfacción y la sonrisa instalada: —Por eso le
gusta trabajar en esa casa, se ve que la tratan bien y además le pagan el
doble.

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