Irlanda,
Rumania, Ucrania, Polonia. No sé quiénes son los que leen mis cuentos. El uno
de Rumania o el número que fuera, las noticias que recibo, son de periódicos
que en la mayoría no les importa nada. Aman mostrar cómo los humanos se pelean
por dinero, poder y miasmas de toda índole.
Tengo
familiares en Irlanda, pero nos desconocemos. A Ucrania la quiero porque allí
vive Quintina, que no veo hace unos años. Mi abuelo era Ucraniano y siendo un
hombre muy rico, murió en la más absoluta pobreza, pero sé que me tuvo en
brazos aquí en mi tierra, que ya no es mía.
A Polonia
viajaron unas parejas amigas, asistieron a un recital que se presentó en el
Bosque Torcido de quinientos pinos. Fue tal el asombro y la rareza, que
durmieron allí mismo.
Las torceduras
de los árboles, las realizaron los nazis, para construir unos aparatos que iban
a usar y nunca hicieron. En esos tiempos, era Pomerania, que pertenecía a
Alemania. No pudieron, bueno, algo que no pudieron.
—Abuelita, ¿por
qué dejaste a tu Marido en Ucrania?
—Pertenecía a un
grupo opositor…me da tristeza, te lo cuento otro día.
Yo nunca pude
viajar por mi enfermedad, todos dicen que algún día podré, tienen más esperanzas
ellos que yo. Hablé con Quintina después de diez años, tiene un avión privado.
Me vienen a buscar en diciembre.
—Traemos a
pasear tu enfermedad. Vivo con un poderoso, que lee tus cuentos, algunos le
gustan y otros dicen, que sos una vieja loca. Insiste, por los estudios que mandaste, él y
su equipo, aseguran que te van a curar. Después podremos viajar a Irlanda,
tomar cerveza hasta morir y conocer a tus parientes.

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