Heredó el hijo,
Johnny Cash, la Editorial Fibra de Papel, le cambió el nombre e hizo contactos
de menos trabajadores, como la suya. Era diferente a su Padre, le interesaban
los contenidos que atrajeran lectores más exigentes. Cuando me convocó llevé
los últimos escritos.
Su nombre es
Kala Boj, la conozco a través de mi Padre. No le voy a contar la evaluación,
porque su lucidez era intermitente. Ella recordó cómo odiaba las reformas de
último momento y la ausencia de repetición de sus ediciones.
—Aquí le traigo
el último material que escribí.
Jhonny Cash apartó
del escritorio lo que le llevó.
—Mirá, Kala,
pienso que hay mejores palabras escondidas dentro tuyo. Leí algo que seguro es
lo que trajiste y me pareció de un lenguaje soez, irreverente, lindando con la
pornoescritura. Que no te angustie mi opinión, soy un iniciado, pero lector
permanente. Mi Padre leía lo que le traían y con ingenuidad, pensaba en el
bolsillo. No estuvo feliz mi comentario. Kala, te pido un cuento corto, que
carezca de groserías. Si hay una palabra obscena, que sea atinente, no le hace,
podés. No sos una esclava, usá tu libertad, no consultes Internet, lo que no
sepas inventalo. Te largo un título que es lo que más complica al Autor: “La
primera piedra”.
""Carla, la
mejor alumna, mejor compañera, calificaba todo con diez. Debía tener neuronas
supernumerarias, estudiaba en el recreo. Con una sola leída pasaba al frente y
muy suelta de cuerpo nos explicaba el tema, mejor que la Srta.
—Chicos, Carla
tendría que llevarse un veinte, si existiera, aunque me dé vergüenza, ella toma
caminos propios, para todo lo que dice. Siento como que empiezo la Escuela
Primaria, de nuevo.
Aun las que la querían, en algún recreo de los
pocos que salía del Aula, le arrancaban el moño y deshacían su trenza, alguna
le ponía el pie para hacerla caer. A medida que llegaban las vacaciones, Carla
decidió raparse la cabeza, se cansó de tantas agresiones.
Cuanto más la
admiraba la Maestra, más la detestaban los compañeros. En la fiesta de Fin de Año, Carla
fue la abanderada de todos los años. A ella no le gustaba, porque después venía
el castigo comunitario. A la salida la aplastaron contra las paredes, las
Maestras tomaban café y fumaban en el patio, ninguna se dio cuenta. Le pegaban
puntapiés y el más agresivo comenzó a tirarle piedras. Los demás siguieron su
ejemplo y pedazos de veredas rotas aterrizaban en su cara, cabeza, piernas y un
adoquín en el pecho.
Hasta el zaguán
de la casa, dónde se acostó boca abajo y empezó a sentir calentito, de la
cabeza a los pies, era sangre que salía a borbotones. La encontró su Padre, un
hombre humilde, albañil, que mientras curaba las heridas crecía su indignación.
Hizo la denuncia en el Ministerio de Educación. Salió en el Diario, chiquito,
en un rincón: “Una piba fue atacada a la salida de la Escuela, se desconocen
los agresores”.
Si Carla hubiera sido hija de rico, seguro
que no ponían “piba”, dirían “Carla Rocha, niña virtuosa, recibió una piedrita
en la cabeza, de un pibe." (Ése era pobre, Juan Aldaba). Fin"".
Se lo llevé al
hijo del Editor, procedió a la lectura y en la mitad lo dejó.
—Tenía razón mi
Viejo, sos dura de entendederas, mirá, no lo pude terminar. Esto no es un cuento
corto, es largo y aburrido.
A lo que
respondí: —Johnny Cash, sos peor que tu Viejo, un sorete mal parido. Minga que
voy a volver. Tengo otra Editorial, con prestigio y algún cuento en cierne.
Boludo, mi hermano me avisó, “ese tipo es tan boludo que le decían: ahí viene
el boludo”.

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