Da el solcito
sobre el cuaderno, la música es de Albinoni, cuánto tiempo sin internet tenían
los músicos, para componer tanta maravilla. Siempre, o casi, hay un él, en este
momento toma una ducha, me dan ganas de meterme con él. Recuerdo las dimensiones
del duchero y las ganas desaparecen.
Mejor me voy a
la orilla y me sumerjo con la tercera ola. ¡Qué masajes nos hace el mar! Esa
virtud de tragarnos y devolvernos, me recuerda la música de Albinoni, llega
casi hasta aquí. El mar es calma chicha y la brisa llena mis oídos con notas.
Es una pena,
pero aparecen tres cuatriciclos con seis boludos, que abandonan sus máquinas de
joder los sonidos del mar, se meten y nadan hacia mí. Me violan cinco, al sexto
no se le para.
Yo tomo la frase
de relájate y goza. Me relajé pero no gocé. Se fueron en sus molestias
rodantes.
Él nada hasta donde
estoy y pregunta si me indispuse. Le dije que sí y fui caminando hasta el
Destacamento.

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