miércoles, 16 de octubre de 2019

¿VOS DECÍS?



   —¿Hoy no vino la gatita?
   Neni, con voz cansina: —Fue a dar el último examen de Anestesista.
  Ahí me tomó la desconfianza, si Ailén me anestesia, ¿sabrá cómo se hace?
   —Para que te des una idea, Ailén cuando no trabaja aquí, estudia. Y ahora que me decís, tiene cara de gato asombrado, nariz de gatito olfativo y boca complaciente, para un enano o para un gigante, que cuando suceda, sea cuidadoso y no la parta. Es una espinita graciosa, tiene culito parado, las tetas nunca se la miré.
   Pensé en la operación complicada de Neni, entonces le pregunté: —¿Vos la tuviste de Anestesista?
   Me dijo que no, ni en pedo, era buena y cariñosa escondida, pero si no se había recibido, para una práctica no quiso arriesgar su vida.
   Un día apareció un tipo pretencioso y la llamó: 
—¡Vamos, Mesera, quiero un café doble, ahora!
   A lo que ella replicó: —¿Ud no se dio cuenta que soy Anestesista? Si le parece le acerco un café con anestesia, tal vez se convierta en simpático y respetuoso.
   El tipo aceptó con la cabeza: —Bueno, pero nos vemos esta noche en “Paca”.
   La espinita engañera le dijo que sí, ya lo tenía en vista y la pinta del tipo le gustaba. Ailén entró al boliche, con el pelo rubio, sin la cofia. Bailaba con tal entusiasmo, revoleando la cabeza, que el tipo se dio cuenta que era la Anestesista del Café. Estaba sola, bailando con ella misma. Él se acercó y apenas rozó su espalda. Ailén giró de inmediato con ojos irónicos y un gesto: “Rajá de acá”.
   El tipo ni se movió. Ella fue directo al Dueño: 
—Marito, pedile a ese idiota que me deje en paz, no sé qué le pasa, yo no le doy cabida y el tipo me sigue, se apoyó en mi espalda. ¿Qué me decís?
   Marito, pensó que Ailén deliraba, porque él,  ni bien pasada la entrada, no podía dejar de mirarla, le gustaba un montón, pero nunca se atrevió y esa noche la vio, bailar sola, como siempre que iba.
   —A mí me parecés una chica tan graciosa en tu andar de espinita, que ese tipo tan grandote no te conviene, tiene cara de robalegría.
   Le preguntó cuánto era y le dijo: —Te pago  con esta ampolla de morfina, que me afané del Hospital. Yo no soy ninguna espinita y vos, mejor bajá la panza.
   Subió rauda a su auto nuevo y le habló al espejuelo, ella no sabía estar en silencio: —Un tipo grandote, buen mozo, otro el Dueño de un boliche, otro un Profesor y ninguno se atreve a, se atreve a, bueno, se atreve a.

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