La Música
Clásica me lleva y un malvón en una maceta, también.
—¿Me entendés lo
que te digo?—dijo Clásica.
—Sí, pero a mí
me gusta bailar Salsa.—dijo Salsa. Es entretenido, podés ir al Boliche y
sacudir el cuerpo, los tipos te miran arrobados, ya sea por el culo o por las
tetas.
Dijo Clásica:
—Tengo que
decirte algo, necesito que me escuches, soy gay, pero no se lo digas a nadie.
Dijo Salsa:
—Y bueno, una
elige, no te preocupes, ya se te va a pasar.
Clásica le dijo:
—Primero le
tengo que decir a mis Padres. Me da vergüenza, además no estoy segura si soy
gay.
Hablaban en voz
baja y tomaban mate hasta que estaba lavado con palitos nadadores. Clásica era
superdotada, Salsa era tonta e ingenua. Clásica vivía otra vida que su amiga
desconocía. Sus amistades, mujeres solitarias pero acompañadas de hombres
nuevos, con actividades inquietantes, solían abrirse con Clásica y le contaban
con detalles cómo amaban. Eso le despertaba
una curiosidad morbosa, Clásica quería
vivir las experiencias de sus amigas. Era una mujer con mucha cama, los jóvenes
la llamaban “Kamasutra”. Los seducía con la lengua, las manos y les permitía
conocer el interior de su sexo, amplio y generoso. Los hombres se enamoraban.
Cuando las amigas tenían noticias de sus putadas, aparecían enojos donde
Clásica disfrutaba. Cada vez que eso pasaba, se quedaba con una amiga menos.
Salsa la
visitaba y hacía alardes de sus amantes. Su amiga quería probarlos. Los
salseros eran capaces de montarlas como caballos y pedían más y más de sus
experiencias catreras.
Salsa presentía
que Clásica la traicionaba tanto, que competían a ver quién era la mejor
amante. Salsa la seguía queriendo. En definitiva salía perdidosa. Clásica sabía
resultar imprescindible.
—¿Vos sabés,
Salsa, que me encuentro cansada de hacer el amor todos los días?
Hubo mutaciones
en su vida, comenzó por quedar embarazada.
Se encerró en su
casa los nueve meses. Hasta que parió un varón y llamó a Salsa para que lo
conociera. Fue muy doloroso, ella no podía tener hijos. Clásica, cuando vio
cómo sufría, le dijo:
—Si querés te lo
regalo.
Salsa lo aceptó
de inmediato. Clásica se quedó sola y dedicó su vida a dormir y hacer Pilates. (Bueno,
este cuento no lo puedo seguir, queda a criterio del lector encontrar sus
propios finales, estoy demasiado cansada, escribir todos los días un cuento me
deja de cama, ustedes dirán.)

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