domingo, 1 de noviembre de 2020

INSENSATEZ

 

   —Mamá, ¿podemos hacer un pocito aquí?

   —Si les divierte sí. Cuando entren se sacan las zapatillas.

   El pocito ya estaba. Palearon los tres, competían con la tierra que sacaban. Llegaron al tamaño de una pileta media. Prendieron la manguera y cuando llegó al borde, se tiraron a bañar. Emergieron, esperaron al más chico, tardaba en salir, demasiado. Tardó tanto que los vecinos lo esperaron alrededor. Siempre hay alguno que dice lo que piensa:

   —Hace horas que estamos y no pasa nada.

   Todos se fueron dándoles a los Padres un anticipo de pésame. Empezaron a cavar más hondo, toda la noche. Tan profundo que después no podían salir. Olvidaron un pequeño detalle. ¿Cómo iban a subir, si la tierra comenzó a desmoronarse sobre ellos? Los hermanos llamaron una transcavator. Nadie se animó a decirles nada.

   —Miren, nuestra máquina se está hundiendo, el hoyo se agranda, es un agujero negro.

   Lo hermanos lloraban y se abrazaban. Por un costado del jardín apareció el que faltaba.

   —¿Cómo saliste? ¿Cómo no avisaste? Te dábamos por muerto.

   El chico miró el hoyo. Lo habían cubierto de tierra y después lo apisonaron.

   —¡Qué desperdicio de trabajo! Les voy a avisar a nuestros Padres.

   —No te molestes, porque ya no están, murieron en el derrumbe.

   —¿En serio están muertos?

   —Bien muertos, no dieron señales de vida.

   El más chico dijo:

   —Hay que pensar en el sepelio y en este caso, no pagamos nada. Están enterrados, les plantamos flores, para no levantar la perdiz y es una alegría tener mi cama, pared por medio, bien cerca de mis Padres, como me gusta a mí.

No hay comentarios:

Publicar un comentario