—Mientras
estudian no me usan y eso que soy un cenicero importado. ¿Será que me
desprecian?
—A mí me pasa lo
mismo, dejan el cigarrillo y me queman los bordes. A veces se olvidan. El otro
día casi llegan a quemarme toda.
—Se compenetran
y nos olvidan.
—Con el servicio
que les prestamos, tenemos que vengarnos, seguro que dan mal todas las
Materias. Recemos por eso. Ojalá pueda abrir mis patas y les incendio todo. Me
va a doler, pero me pongo cicatul y listo.
—No sé por qué
te preocupa tanto, sos la preferida de tu Abuela, gubeada con dibujos
originales del Marqués de dos puertas, bien barrocas.
—Ellos también
se van a incinerar y les harán trasplantes de piel que son dolorosos. Bien
merecido lo tienen. A vos te hicieron trizas, a pesar de protegerte, no pude
ayudarte y sin patas, menos.
—Les podemos
gritar.
—¿Vieron lo que
les pasó por hacernos esto? Los Padres se van a enojar, sobre todo cuando vean
que se incendia la casa completa.
—Además de
descuidarse son burros y tontos.
—Yo diría más
tontos que burros.
—Como epílogo
podés rescatar un buen pedazo del vidrio del cenicero y les arrancamos los
ojos.

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