Se compró un
auto viejo, él mismo lo restauró. Salió con un amigo para andar su vehículo.
—Lo dejaste como
nuevo, me alegro un montón por el producto de tu trabajo.
Anduvieron por
una calle llena de baches arreglados, como se hacen las cosas en este país, un
lenguetazo de pedregullo, alquitrán y listo.
El auto quedó
varado en el arreglo improvisado, cayó en un pozo del tamaño del auto. No
podían salir. Las puertas no se abrían por la presión de la tierra. Abrieron
las ventanillas, fue peor, se llenó el auto de pedregullo y barro. Una napa
subterránea los arrastró hasta una boca de tormenta con deshechos cloacales.
Emergieron sin el auto, pero salvaron sus vidas. Mientras tomaban un vino,
protestaban en voz alta.
—La culpa de
todo esto es por orden de llegada, primero el Intredente, segundo la marioneta
Alborto, que responde a la Perra, las distintas Cámaras peleando tiempo
completo para ver cómo nos pueden cagar. Si trabajamos nos cagan, si no
trabajamos nos vuelven a cagar. Personas honestas quedaron dos, vos y yo.
—Ché, no te
olvides de Lilita.
—Ah, sí, tenés
razón, hay algunos que no son corruptos, pero si dirigieran la batuta, se
contagiarían como el Covid.
En otro rincón
del Bar, un tipo comenzó a contestarles:
—Si no les gusta
¿por qué no se van?
—¿Qué dijiste,
pelotudo?
—Dije la verdad,
se quejan los haraganes.
Uno de ellos se
levantó, le tiró el café a la mierda y tomándolo de las solapas, lo recagó a
trompadas. Llegó la Yuta enseguida y el más agresivo, ni bien los vio:
—¿Y ustedes a
qué vienen? Si nosotros con los impuestos les pagamos las camionetas, los
uniformes y al final no sirven para nada.
Los canas
quedaron congelados. Los jóvenes aprovecharon y se robaron el móvil. Lo
entraron en el Taller Mecánico del auto que se hundió. Le cambiaron la
fisonomía, lo pintaron con cuatro colores desagradables.
Cuando
terminaron salieron a los pedos y se estrellaron con un pelotudo que venía de
contramano. La Ambulancia llegó más tarde que la Yuta y no pudieron hacer nada
por el hacinamiento de Sanatorios, Hospitales y otros miasmas más comunes,
propios de la Argentinitita.

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