lunes, 23 de octubre de 2017

LOS QUE VAN Y VIENEN


   Pasó por nuestra mesa, hacía mucho que nadie la peinaba, linda y desesperada, me di cuenta tarde, la Madre le ordenó: —Tenete de mi mano porque sino te perdés.
   En el otro brazo le colgaba una bolsa del Super, grisácea y gastada. Miró la mesa buscando una golosina, yo no tenía, me place dar caramelos a los chicos, pero no tenía. La niña quería comer algo, pasó su manito libre por las migas de otras mesas. No parecían desposeídas, pero ella tenía hambre, hambre desde que nació, por eso el pelo reseco, el cutis áspero y los ojos entornados que brillaban cuando otra niña mordía un tostado.
   —¿Por qué estás seria? Si no leíste el diario, mirá los chistes, hay alguno bueno.
  Me dio bronca hasta que dijera lo de los chistes. Pasaba mucha gente y Madre e Hija, entre pasos se confundían. Lo pesqué mirando traseros. 
—Dame plata, rápido que cierran.
   Crucé la calle, había esos negocios de cotillón con disfraces de tul falso, pelucas de colores, varitas de hada y coronas de princesa. Compré rápido, las empleadas me regalaron pulseritas, me vieron cara de angustia, me temblaban las manos. Las vi sentadas esperando el micro. Un chico vendía sánguches, le compré una pilita. Crucé de nuevo, le acerqué el bolso a la nena. —¿Cómo te llamás?
   —Carola.-Dijo-.
   La Madre mostró una sonrisa. Le extendí el bolso. —Te lo dejaron en aquel banco, un retraso del Día del Niño.
   —No, no es mío, ya pasó el Día del Niño.
   —Te aseguro que sí, tenía un moñito que decía: “Para Carola”, se salió de la bolsa y una moto lo llevó pegado en una rueda.
   Ella abrazaba el bolso, miraba todas las motos. —¿En cuál estará el moñito que decía Carola? 
                                             

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