viernes, 6 de octubre de 2017

ESTÁN TODOS LOCOS


   Cuando sus padres murieron, Lina vivió con sus tíos. Pasaba por la Iglesia intimidada, hasta que un día, sin misa, entró. Había un sacerdote rezando con absoluta concentración, Lina se sentó al lado llorando con hipos. El Sacerdote le secó las lágrimas y dijo: —Sonate la nariz, primero un lado, después el otro, epa, epa, ¿Cómo te llamás?
   —Lina, pero no le diga a nadie que vine.
   —¿Quién te hizo esto aquí?¿Y aquí? Los bracitos. Vamos a curarte, Lina.
   —No, no quiero.
   —Acá hay una sala de primeros auxilios y tus heridas sangran mucho.
   La tomó de la mano y notó dos deditos violetas. Por suerte había una Doctora que le realizó curaciones hasta el entablillado de los deditos quebrados. Tenía seis años y no pesaba nada. La Dra pidió al Sacerdote que la acompañara, según Lina vivía con sus tíos. Tardaron en atender, salió una mujer tan golpeada como la niña y se escuchó la voz de un beodo que finalmente dijo: —Salgan de mi casa, soy el dueño y hago lo que quiero.
   Les cerró la puerta en la cara y metió a Lina dentro, como si fuera un almohadón. Ellos subieron al auto y fueron a la Policía.
   —Venimos a denunciar el abuso de una niña y un hombre que parece el autor.
   —Espere un momento Sr Cura, ya sé de quién me habla es la familia  Killing. Él es el Comisario, yo no puedo hacer nada, ahora le digo, hay mujeres que merecen una salipa de vez en cuando y los niños también, a mí me sucede y a veces se me va la mano…
   Se fueron los dos consternados y se presentaron en el Juzgado del Menor y la Flia. —Acá no hay personal para tomar esa denuncia, la Jueza de Menores viene de mañana, o no viene, depende.
   Los dos se metieron en el auto y apareció un joven que estaba dentro del Juzgado. —Les pido reserva, porque puedo perder el trabajo, ya estoy amenazado. No creo que me pase nada, pero vieron cómo está todo. El Comisario y la Jueza actúan en connivencia, hay drogas, prostitución y todos los miasmas que deben saber por los Medios.
   —¿Y qué hacemos entonces?
   —Dra, como no estamos en Estado de Derecho, yo en lugar de Ud, me llevaría a la niña y a su tía, les pido discreción, tiemblo de la impotencia, pero Ud sabrá , Padre, que en definitiva es un problema de conciencia. Me voy, está lleno de soplones, hace mucho que hablamos.
   El Pueblo era chico, la Doctora Rosita vivía en un sitio alejado, la catramina de la yuta no podría acceder. Vivía así porque su marido estaba acusado de un robo que no cometió. Rosita blanqueó delante del Cura, trabajaban casi juntos. Lina abrazaba a la Tía y le contaba que la Dra Rosita y el Curita las salvarían.
   Salieron un amanecer los cuatro, la niña y la Tía no podían creer en esa casita como debajo de la tierra, con ventanas malvonosas y el marido de Rosita los recibió con sendos tazones de leche recién ordeñada.
   El Sacerdote y la Dra Rosita regresaron pronto al Pueblo, dando mil vueltas para no levantar la perdiz.
   Igual, perdices había a patadas.
                                                 

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