Pasaba por su
buzón, dos rosas blancas y alguna carta de Servicios, pero las rosas no tenían
tarjeta de destino, ella las hizo propias. La sorpresa de dos margaritas o tres
clavelinas en el buzón, le endulzaban el café con leche. La intriga de no saber
la atraía, sentía que a su alrededor se le abría un continente desconocido.
Las flores
seguían la ruta del buzón a sus manos, le cambió la vida. Se vestía con esmero
y escote. Iba a la peluquería, a la dermatóloga y un ataque de botox ínfimo
porque era joven, le daba lindo.
Un día no
encontró nada y le preguntó a la Portera: —Sí Srta Maggi, Ud sabe que yo
también las extraño y eso que no eran para mí.
Hacía una semana
sin flores y desayunaba sin azúcar, volvió a los jeans y una camisa. Se juntaba
el pelo con una goma, de memoria. Pasó un invierno triste, donde sus amigos
fueron libros. Cuando el sol se dignó a ofrecer tibieza, cruzaba al banco de la
plaza. Vio pasar, cerca de sus zapatillas, un chico en bicicleta, con un ramo
de fresias, tan contundentes que perfumaron toda la calle. Dejó la bici contra
un árbol, y se sentó en el lado opuesto a Maggi. Ella pensó que lo mejor era
seguir con su lectura. No iba a fantasear con nada, porque los finales le
salían sufridos. El chico, con desenfado, se acercaba a Maggi. Fue inesperado,
pero una florcita de Fresia le acarició la mejilla. Ella no dijo nada, se
levantó y caminó lento alrededor de la plaza. Él tampoco dijo nada, pero
caminaba a su lado con el enorme ramo de fresias que rozaban los brazos, las
manos y el cuello de Maggi.
—¡Huuyy! Tu bici, volvé a buscarla…
Él la miró, pura
pestaña y pupila. —No me arruines este momento, por cuatro fierros con dos
ruedas.
Maggi volvió a
su silencio de siempre. Llegaron a caminar tan pegados, que las fresias les
dejaban un camino amarillo dando sol en la sombra. Cuando atardeció, Maggi
habló en secreto. —Éste es mi edificio, te dejo aquí y gracias.
El chico la tomó
del brazo y con pupilas dilatadas le explicó:
—¿Sabés lo que me llevó saber dónde
vivías? ¿El miedo que me dio cuando te disfrazabas de Srta, el laburo para
dejar las flores en tu buzón? Ni loco te me escapás, ahora yo soy de vos y vos
de mí.

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